domingo, 1 de febrero de 2015

Borzakovskiy

En su cara de ruso, unos ojos de hielo se licuaron en lágrimas el 28 de agosto de 2004 cuando recibía la medalla de oro que había ganado en la final olímpica de los 800 metros sobre la pista de Atenas en una carrera paradigmática de su estilo y su forma de correr, que podéis apreciar en este video.

Esta semana ha sido noticia al anunciar su retirada de las pistas, cerca de cumplir 34 años, y su candidatura a dirigir una selección rusa cuestionada por la lacra del doping.

Yuriy Borzakovskiy (12-4-1981) se va dejando en nuestra memoria carreras inolvidables, como esa final olímpica de Atenas, y momentos de angustia como los que padecíamos al verle a la cola del pelotón, remedando a David Wottle, el americano de la gorrita, campeón olímpico en Munich-1972, en otro final de infarto.

Atleta inconstante, atesora un palmarés envidiable. Ha participado en 4 Olimpiadas. En Sidney (2000), con 19 años, fue sexto. Ganó el oro en Atenas 2004 y fue semifinalista en Pekin (2008) y Londres (2012). Ganó el mundial en pista cubierta (2001 Lisboa) antes de cumplir 20 años y un europeo (Helsinki 2012), con 31 años ya cumplidos.

En los Campeonatos del Mundo, fue segundo en Paris (2003) y Helsinki (2005) por detrás del más que sospechoso Rashid Ramzi. En Osaka (2007) fue tercero, cuarto en Berlin (2009) y tercero otra vez en Daegu (2011), ya con 30 años. 

Campeón de Europa. Su última gran victoria
Deja una marca de 1’:42”,47, conseguida en Bruselas en 2001. Su marca de 400 metros (2000) no es para tomársela a broma: 45”,84 y ayuda a explicar ese final demoledor que le ha dado tantas victorias a él y tantas satisfacciones a los que hemos disfrutado durante tantos años de un atleta singular, aparentemente frá-gil (mide 1,82), casi siempre a cola del grupo, ajeno a lo que pasa en la pista, con una frialdad temeraria, que sin descomponer la figura era capaz de rematar las carreras de la media milla en el último 10%, mientras el ácido láctico circula por las venas de sus rivales.

Como dijo Mary Anne Evans: 'El mejor fuego no es el que se enciende rápidamente.'

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