El pasado domingo se celebró en Alcobendas una carrera de 10 kilómetros en ruta, con gran eco mediático por la victoria del también mediático Fernando Carro, que consiguió la mejor marca española en la distancia: 27':46"; marca que, al parecer, no será homologada porque el circuito tiene un desnivel favorable de 86 metros, un 0,86%.
Entre los 42 clasificados de la élite, con un tiempo de cierre de 31':43", aparece el joven atleta gipuzkoano Alexander Oiarbide, que hizo 30':35" y también el triatleta Iván Raña (31':30").
Fue una carrera de gran nivel, con 3 atletas por debajo de 28', 6 por debajo de 29', 19 por debajo de 30' y 37 por debajo de 31'.
Y en la carrera femenina, la obstaculista Clara Viñaras, ex-atleta del Super Amara B.A.T., fue segunda con un tiempo fantástico: 32':42".
Pero por encima de esos datos estrictamente deportivos, quiero poner 'en lo alto de la mesa', como decía un compañero cordobés, que se pudiera celebrar la carrera en estos tiempos de nueva subnormalidad que estamos padeciendo, especialmente en Euskadi, en lo relativo a la práctica deportiva, chico expiatorio de la ineptitud de nuestros gobernantes y de la falta de cultura deportiva de la población en general, que no sale del fútbol y de la adoración de un personaje como Maradona, a quien deseo que tanta paz lleve como descanso deja en la Tierra.
En Alcobendas se celebró una carrera y mucho más. ¡Qué -sana- envidia!
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