Siete capítulos en seis días. Seis sesiones de bici: 193 kilómetros en seis horas y seis minutos. Eso me ha llevado Gambito de dama, serie que me recomendó mi hija... y también alguien más (¿Alex Naya? ¿Juan Car Arregi?).
Una buena recomendación, con un matiz: mis expectativas eran tan altas, que me he quedado con las ganas, solo un poco ¿eh? Me encantaría que hubiera una segunda temporada.
La serie nos cuenta la historia ficticia de Beth Harmon, una huérfana de padre desconocido que pierde a su madre en un accidente de coche y recala en un horfanato, en el que aprende a jugar al ajedrez, desarrollando un talento que la llevará a la élite mundial siendo poco más que una adolescente. En medio, una adopción complicada, adicciones múltiples a las drogas y el alcohol, una vida desestructurada y distintas personas que se van cruzando en su vida y son su soporte.
De factura exquisita, recrea el ambiente y el entorno de los Estados Unidos a caballo de las décadas de 1950 y 1960, con el trasfondo de la guerra fría y el apabullante dominio de los ajedrecistas los la Unión Soviética.
Los que entiendan y dominen el juego del ajedrez -no es mi caso- disfrutarán de detalles de grandes partidas, acompañadas de una fantástica banda sonora, que también podemos apreciar en algunas escenas más sórdidas de drogas y alcohol.
La soberbia interpretación de la protagonista, Anya Taylor-Joy, contribuye a dar credibilidad a un personaje que sería algo así como una Maradona del ajedrez, una mujer con un talento excepcional para el juego; y una enorme incapacidad para gestionar su vida fuera de un tablero de 64 escaques.
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