lunes, 27 de agosto de 2018

2 de mayo de 2010. Mundial 82

Jacek Nowak fue el tercer portero de la selección de Polonia que jugó el Mundial 82, celebrado en España, un gran equipo, que acabó tercero, que contaba en sus filas con jugadores de la talla de Boniek, Lato, Smolarek o Zmuda y cinco futbolistas que corrían los 100 metros en menos de once segundos. Jugaron la primera fase en Galicia, donde conoció a Raquel Larrañaga, una joven de Azpeitia, destinada por la organización para hacer de guía e intérprete. Raquel era nieta de Marek Walczak, un violinista judío, que escapó de Cracovia antes de la invasión de los nazis en 1939, llevando consigo a su hija Janika, de sólo cinco años, y a su mujer, Rahel, que murió en el largo camino del exilio, que les llevó a Mexico. Allí vivió y murió Marek y allí fue donde Janika conoció a Joxe Mari Larrañaga, un joven de su misma edad, también exiliado con su familia.

Del matrimonio de Joxe Mari Larrañaga y Janika Walczak, en 1958, nació Raquel, que volvió a Azpeitia con su familia en 1980. Era una chica muy delgada, con el pelo negro ondulado y con un aire a las actrices de Hollywood de los años 50, que, además de euskera y castellano, hablaba inglés, alemán y, por supuesto, polaco. Ese dominio de los idiomas facilitó que pronto encontrara trabajo como traductora e intérprete y el que le llevó a Galicia, aquel verano de 1982.

Guardaba un gran recuerdo de aquellos treinta días, desde mediados de junio, en Galicia, hasta el 10 de julio, en Alicante, donde acabó el mundial para los polacos, tras ganar 3-2 a Francia en el partido por el tercer y cuarto puesto. En medio, habían pasado por Barcelona, donde jugaron la segunda fase, contra la Unión Soviética (Rusia) y Bélgica, y perdieron 2-0 la semifinal contra Italia, que resultaría la campeona.

Desde el primer día tuvo detrás de ella al tercer portero, Jacek Nowak, un chico muy rubio,  muy alto y muy guapo, algo más joven que ella, estudiante de ingeniería mecánica y de español. A Raquel le divertía mucho la torpeza de aquel chaval, muy descarado y abierto, que, sabedor de sus nulas posibilidades de jugar, salvo catástrofe, se convirtió en su sombra y su axiliar, además de objeto de las burlas y coñas de sus compañeros.

En la estricta convivencia impuesta por el seleccionador Antoni Piechniczek, resultaba difícil ir más allá del orden establecido de desayuno, entrenamiento, descanso, comida, descanso, entrenamiento y cena, pero, ya en Barcelona, Jacek se las apañó para visitar clandestinamente la habitación de Raquel con la que vivió un tórrido romance, que se interrumpió con la vuelta a casa de los polacos.

Nada más comenzar la temporada 1982-1983, Jacek Nowak, portero del Legia de Varsovia, sufrió una grave lesión en el codo izquierdo, que le apartó del fútbol y le llevó a centrarse en sus estudios, terminar la carrera de ingeniería y empezar a trabajar en Bizon, una fábrica de cosechadoras, que producía maquinaria para la recolección de cereales y otros productos del campo.

En 1988, en medio de las revueltas del sindicado de Solidaridad contra el régimen del presidente Jaruzelski, abandonó Polonia y se instaló en Azpeitia, con Raquel, con la que había seguido manteniendo el contacto y una relación, cuyos momentos álgidos tenían lugar en verano, cuando ella disfrutaba de sus vacaciones con él. Encontró trabajo en una empresa metalúrgica, Corrugados Lasao, y dos años después, en 1990, se casaron en la basílica de Loiola.

El 7 de abril de 1992, el día en el que se firmó el Tratado de Maastrich, concebido como la culminación política de Europa, vinculante para todos los estados firmantes del tratado y para todos los futuros miembros de la Unión Europea, nació Rebeca Nowak Larrañaga.

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