martes, 3 de diciembre de 2013

Antes del anochecer

Hace un mes, en el finde del 1 y 2 de noviembre, escribí dos post sobre las películas Antes del amanecer y Antes del atardecer, dirigidas por Richard Linklater y protagonizadas por Julie Delpy y Ethan Hawke.

En este tercera entrega, los protagonistas: Celine y Jesse, han entrado en la cuarentena. Viven juntos en París, tienen dos hijas gemelas de 7 años y Jesse un hijo adolescente fruto de un matrimonio anterior, que vive en Chicago con su madre.

Han pasado 18 años desde que vivieran una historia de amor absolutamente romántica en Viena y 9 años desde que se reencontraran en París, dando comienzo a una relación que se enfrenta a su primera gran crisis, cuyo escenario es la costa de una Grecia también en crisis, donde están pasando sus vacaciones. Los que ya hemos pasado por esas etapas, nos sentimos identificados con ellos, como si hubiéramos envejecido juntos.

El guión –en el que han participado Julie Delpy y Ethan Hawke- se apoya en unos diálogos sólidos, brillantes, crudos y creíbles, que reflejan perfectamente cómo se pueden sentir un hombre y una mujer, en los que pervive la llama del amor, pero con cicatrices. Os dejo algunas muestras: ‘Me siento cercana a ti. Pero a veces siento que tú respiras helio y yo oxígeno’ (Celine). ‘Yo acepto todo el paquete, a la loca y a la genial. Sé que no vas a cambiar, ni tampoco lo pretendo. Eso se llama aceptarte como eres’ (Jesse). ‘¡Ojalá! todo fuera más sencillo. Si me voy estoy jodida y si me quedo también’ (Celine). Y esta desgarradora declaración de amor, cuando la bronca ha subido de tono: ‘Te estoy dando mi vida entera, no tengo nada más importante que darte, no se la doy a nadie más. Si quieres permiso para descalificarme, no te lo pienso dar’ (Jesse).

Con sólo cinco secuencias, sin apenas acción: un viaje en coche, una comida, un paseo, una habitación de hotel en la que los sentimientos se mueven como si viajaran en una montaña rusa, y un final tan abierto como los de las dos pelis anteriores; con todo el peso en unos actores en estado de gracia y madurez, en lo que se dicen con palabras, con gestos, con miradas y hasta con el cuerpo; confirmamos que la vida no es un cuento de hadas; valoramos lo difícil que es mantener el amor; y disfrutamos de ‘una película apasionadamente comprometida con la idea de la imperfección, que es a su vez muy cercana a la perfección.’ (The New York Times).

Una gran película, al nivel o incluso por encima de las precedentes, que pone el listón muy alto para una ¿próxima? entrega, dentro de otros nueve o diez años, cuando Celine y Jesse sean ya cincuentones… o dentro de cuarenta años, cuando tengan 82. Si queréis saber el porqué de esa edad, tendréis que verla.

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