El domingo, por whatsapp, Javier Colomo me hizo llegar este articulo de Jorge Marirrodriga publicado ese mismo día en El País.

Sin poner en duda ni la buena intención ni la existencia de una reflexión que ha desembocado en la medida, no está de más colocar sobre la mesa alguna derivada que se puede generar. Por ejemplo, por pura coherencia, se podrían llevar las cosas hasta el final. Así, no solo los goles, lo que habría que eliminar es la competición misma. Millones de españoles han crecido jugando al fútbol en patios, calles y campos llenos de cardos y piedras sin participar en ninguna competición. En interminables partidos, sin árbitro, ni registros, ni clasificaciones, ni uniforme, ni —por supuesto— padres mirando. ¿Peleas? Escasísimas y siempre olvidadas al día siguiente. ¿Lesiones importantes? Menos aún ¿Traumas? El de tener que interrumpir porque había que irse a comer o cenar. Aprendieron a reconocer un penalti sin que hubiera un árbitro que se lo impusiera y a aceptar que había buenos y malos. No había banquillo. Todos jugaban. Siempre había sitio para uno más en el campo. Eso sí que era un juego de convivencia y aceptación. Todos diferentes y todos en el mismo juego.

¡Que daño está haciendo el buenismo y la ¿corrección? política a nuestra juventud! Como dice el columnista: Es importante aprender a ganar y perder cuanto antes. A saber por qué ha sucedido y a afrontarlo sin miedo a lo que digan los demás, incluyendo tu padre.
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