jueves, 16 de abril de 2020

¿El que calla otorga?

No. El que calla, simplemente, calla. 

El pasado 17 de marzo publicaba mi primer post sobre el estado de alarma decretado por el Gobierno de España. Se titula La mala reputación y comenzaba manifestando mi posición diametralmente contraria.

Ese nadar contra corriente ha propiciado numerosas réplicas, la mayoría respetuosas. Algunas no lo han sido tanto y unas pocas, comentadas sobre el mismo blog, están pendientes de publicación por aquello del anonimato, de lo que hablaba el 20 de marzo. ¡Ah! y el anonimato va más allá de un comentario anónimo. Que alguien firme como Gabriela, sin más datos, sigue siendo, para mí, anónimo.

He ido contestando, replicando o matizando algunos de esos comentarios, mientras que otros han quedado sin contestación réplica o matiz. ¿Por qué? 

Una primera explicación sería aquella que dio Sigmund Freud cuando dijo: 'Uno es dueño de lo que calla y esclavo de lo que habla.'

'Pesa las opiniones, no las cuentes.' dicen que dijo Séneca. Yo me lo aplico y lo traduzco como que no todas las opiniones tienen el mismo valor. Y no todas, a mi modo de ver, necesitan o merecen una respuesta.

Suelo recordar también lo que un viejo amigo me dijo hace muchos años, cuando me empeñaba en convencer con argumentos sólidos (hechos y datos) a un interlocutor irreductible: 'No es tierra de misiones.' 

Decía Churchill que 'La democracia es la necesidad de doblegarse de vez en cuando a las opiniones de los demás.' Pues eso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario