viernes, 10 de abril de 2020

Si yo fuera holandés

Una pregunta recurrente que vengo haciendo desde que el Gobierno de España decretó el estado de alarma, que ayer volvió a prorrogar el Parlamento de España por dos semanas más es ¿quién paga la fiesta? Y la respuesta que nos dan desde el Gobierno y desde los medios es que Europa tiene que pagar los sueldos que exigimos que nos paguen por que nos han prohibido trabajar, en algunos casos, y porque no queremos trabajar, en otros.

Ya sé que lo simplifico mucho, pero no más de lo que lo hacen nuestros políticos y nuestros tertulianos. Alla voy.

El Gobierno decreta el cierre de mi empresa. Mi empresa hace un ERTE, que me afecta. Dejo de trabajar. El sueldo o un porcentaje de ese sueldo me lo paga el Estado. Como el Estado está en la puta ruina y, además, va a recaudar menos impuestos porque no hay actividad económica, le pide el dinero a Europa y se lo pide sin condiciones.

Siguiendo con la simplificación, lo que piden Italia y España, entre otros países, es mutualizar la deuda, es decir, la deuda es de todos, una especie de barra libre. Lo que dicen Holanda, Alemania, Austria y otros, que tienen un porcentaje de deuda sobre el PIB muy por debajo del nuestro, es que cada uno soporte su propia deuda y que esos préstamos se concedan con condiciones.

Si tú fueras holandés o alemán y estuvieras trabajando normalmente, pagando religiosamente tus impuestos, sin tener garantizada la revalorización automática de la pensión con el IPC y obedeciendo disciplinadamente las indicaciones -razonables- de las autoridades locales, que no han impuesto el estado de excepción ¿estarías de acuerdo en que parte de tus impuestos sirvan para pagar los sueldos de los italianos y los españoles que se han quedado encerrados en sus casas, sin ir a trabajar y para que sus pensiones se revaloricen con el IPC?

Nos están hablando del Plan Marshall, pero esta situación no tiene nada que ver con la que vivió Europa después de la Segunda Guerra Mundial. Entonces, en España, en Italia, en Francia, en Holanda, en Bélgica, en Alemania... en toda Europa, la gente se mataba a trabajar, en lo que fuera, y, a pesar de todo, se moría de hambre, no de coronavirus. Preguntádselo a vuestros padres o a vuestros abuelos.

Por cierto, hablando del Plan Marshall, os recuerdo que Churchill, aquel que dijo aquello de 'sangre sudor y lágrimas', tras ganar la Segunda Guerra Mundial a los alemanes, con la ayuda, bien es verdad, de los americanos, perdió las elecciones de 1945 y no recuperó el poder hasta las siguientes elecciones. Aquel era un estadista y no los gobernantes que tenemos la desgracia de padecer, que son unos señores que sólo piensan en ganar las siguientes elecciones y que no se atreven a hacer lo que hay que hacer, aunque eso signifique perderlas.

En Holanda, en Alemania, en Austria, en Dinamarca, en Suecia... el pánico está menos extendido y hay una cultura del trabajo, sea calvinista o no, mucho más arraigada que la nuestra. Quizá por eso, se han tomado medidas muchos menos radicales que las que se han tomado en España o Italia y, por eso, las consecuencias económicas no serán tan devastadoras.

Además hay una cuestión que tiene que ver con la VIDA, con mayúsculas . Somos una población envejecida y tenemos tanto miedo a morir que dejamos de vivir. Habíamos olvidado que somos mortales. 

El día que me toque, para lo que a mis 64 años cada vez falta menos, preferiría morir, de coronavirus o de lo que sea, en mi cama, con los míos, y después de haber VIVIDO, en vez de hacerlo en la UCI de un hospital, después de dos meses encerrado en casa sin ver a mis hijos. 

Y si yo fuera holandés, diría que ni hablar a lo de los coronabonos o eurobonos. Porque una cosa es ser solidario y otra ser o parecer tonto. Por eso, el acuerdo alcanzado ayer en la Eurozona, tan necesario como insuficiente, dispone que los préstamos (nada de eurobonos o coronabonos) solo se podrán utilizar para la financiación directa o indirecta de gastos sanitarios, de cura o prevención. Es decir, no sirven para pagar los ERTES ni las pensiones.

Como decía ayer un buen amigo, en algún momento deberemos repensarlo y asumir un determinado número de muertos, para que todos podamos vivir y no simplemente estar vivos.

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