martes, 29 de agosto de 2017

¿16 muertos?

El domingo nos daban la noticia del fallecimiento en el hospital de una ciudadana alemana de 51 años. Sería la 14ª víctima del atropello producido la tarde del 17 de agosto en La Rambla,  atribuido a Younes Abouyaaqoub, a quien también se imputa el asesinato de un joven al que habría robado el coche para huir, tras cometer el atentado. Una víctima más fue apuñalada en Cambrils. 16 víctimas.

Sin embargo, parece que son nueve más los fallecidos. Se han encontrado restos de tres personas en el explosionado chalet de Alcanar, cinco murieron por disparos de los Mossos en Cambrils y el citado Younes Abouyaaqoub también fue abatido por disparos de los Mossos. Ocho jóvenes de origen árabe y el supuesto instigador, un hombre de 45 años, imán de Ripoll. Nueve víctimas del fanatismo, propio o inducido, sobre las que empiezan a caer toneladas de olvido y corrosivas gotas de rencor. Por cierto, todos hombres, ninguna mujer.

En esta sociedad occidental en la que nos ha tocado o hemos tenido la suerte de nacer, tenemos víctimas de primera, de segunda y de muchas más categorías inferiores, como las que mueren cada día en los confilctos armados o soterrados que tenemos buen cuidado de mantener alejados de nosotros, mientras les seguimos vendiendo armas para que se sigan matando entre ellos.

‘No tinc por’, rezaba la pancarta que encabezaba la manifestación del pasado sábado en Barcelona, mientras desde todos los medios tratan de meternos el miedo en el cuerpo y justificar así más recortes en nuestras libertades, haciendo de la seguridad, en abstracto, el gran negocio del siglo XXI. Eso sí, la factura que pagamos por esa seguridad, que nadie puede garantizar al 100%, es muy concreta y cada día más elevada.

Cualquiera de nosotros tiene más riesgo de fallecer en un accidente de tráfico, un infarto, un cáncer galopante y muchas más circunstancias sobrevenidas, que en un atentado terrorista.

A mi modo de ver, por ese pequeño riesgo no podemos sacrificar nuestra libertad. Lo que sí podemos hacer, cada uno en nuestro entorno, es tener un comportamiento cívico, integrador, respetuoso y exigente con la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Buscadla en Google y leedla con atención. Son sólo cuatro hojas, cargadas de sentido común, que se leen muy fácil, con un preámbulo y 30 artículos que conviene tener siempre presentes.

Abramos los ojos y miremos más acá y más allá de lo que nos quieren enseñar.


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