
El teléfono puso
fin al dilema. Sandra se apartó y lo atendió de inmediato, dejando a Ane de
pie, confundida y mirando al suelo, mientras se le escapaba alguna lágrima. Fue
una conversación breve, que Sandra cerró con un: ‘Te llamo luego.’
- Era Laura, de Pamplona, le he dejado recado de que me
llamara con lo que supieran allí. Han dado la noticia en la radio, a media
mañana, una violación en un portal. Las imágenes que hemos visto en la tele al
mediodía corresponden al momento de la detención. ¿Sabes algo de Aitor?
Ane negó con la
cabeza y rompió a llorar, a la vez que adelantaba sus manos, poniendo una
barrera para evitar el abrazo de Sandra, que la tomó de un brazo, mientras le
decía: ‘Calma, mi niña, calma.’ y la
sentaba en una silla, mientras ella permanecía de pie.

- ¿Cómo te sientes, Ane? En ese estado no puedes trabajar.
La identidad de tu novio no tardaré en conocerse y aquí estás muy expuesta.
Eres de las mejores vendedoras que tenemos, lo sabes, pero no podemos abusar de
ti. Cógete unos días, sal fuera, enciérrate en el despacho de tu madre… ¿Por
cierto, lo saben tus padres?
- Me gustaría irme a Pamplona esta misma tarde. Puedo
trabajar allí. No me conoce nadie. Tardo una hora en el bus. Habla con Laura
para arreglarlo.

- Ni hablar, Ane. Tú te vas a casa y punto. ¿Qué me dices
de tus padres?
- El aita va a pasar de un momento a otro y le contaré lo
que sabemos. Te pido por favor que hables con Laura y que arregles mi traslado.
Tengo que estar con Aitor, tengo que escucharle, necesito escucharle, él no
puede haber hecho algo tan horrible. Estoy segura de que me necesita, de que
todo ha sido un error. Tengo que saber la verdad.
¿Qué verdad, Ane? –le preguntó
Sandra mientras volvía a sonar su teléfono, lo descolgaba y le decía: Tu padre sube a estar contigo. Os dejo
solos. Llámame cuando termines –mientras salía del despacho y le señalaba
el teléfono que llevaba en la mano.
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