La Real Academia Española de la Lengua define oxímoron como: Combinación, en una misma estructura sintáctica, de dos
palabras o expresiones de significado opuesto que originan un nuevo sentido,
como en un silencio atronador. Es un recurso
literario muy utilizado en la poesía y que da juego en la ironía y el humor, no
siempre políticamente correcto. Los de nuestra generación decíamos que era un
oxímoron el Pensamiento Navarro,
periódico que dejó de editarse en 1981, y que también lo era el concepto de inteligencia militar.
Entrando en
el terreno del machismo más rancio –que no ejercemos sólo los hombres- se han
hecho muchas chanzas con el fútbol femenino, que las chicas se están encargando
de desmentir.
El pasado
viernes por la tarde, me impuse la obligación de ver el partido que enfrentaba
a las selecciones femeninas de España y Japón en la final del Campeonato del
Mundo sub-20, celebrado en Francia, en un pequeño campo de fútbol, que dejaba
ver los edificios circundantes. El resultado es conocido: las menudas jugadoras
japonesas ganaron bien (3-1) a las españolas, con un juego de tiki-taka. ¿El mundo al revés?
A la mañana,
tomando café, le había comentado a un compañero mis intenciones y le había
expresado mis dudas de si sería capaz de ver todo el partido. He visto muy poco
fútbol femenino y la primera conclusión que saqué es que no podemos comparar lo
que, en el aspecto físico (fuerza, velocidad…), pueden hacer chicas de 18 y 19
años, con lo que hemos visto en la Copa del Mundo de Rusia. La segunda, es que
podemos trazar un paralelismo con deportes individuales, como el tenis: las
chicas tienen menos fuerza y menos velocidad, pero no menos técnica. La
tercera, ya mediada la segunda parte, es que la maña, y más entre las chicas, puede
más que la fuerza. Las japonesas ganaron por su mejor técnica individual y su
juego colectivo, que se impuso a la mayor talla de las de la camiseta roja y a
la furia que desplegaron en algún
momento del partido. ¡Ah! Otra diferencia entre las de rojo y las de azul:
Todas las japonesas, salvo una, que tenía una especie de moño, lucían una
melenita corta, mientras que casi todas las españolas mostraban un pelo mucho
más largo, recogido en la inevitable coleta.
Y para
rebatir algunas leyendas urbanas que circulan respecto de las chicas que juegan
al fútbol, en lo relativo al concepto de belleza
alcanzaban, a mi modo de ver, una media de notable, con algunos sobresalientes.
España venía
de ganar 1-0 a Japón en la primera fase y durante la primera media hora fue
superior, rondando el área de las de azul, forzando varios córners y poniendo a prueba a la buena portera nipona, curiosamente
bastante alta. Sin embargo, una buena jugada de las japonesas la culminó su
mejor jugadora, la número 9, con un disparo desde fuera del área que hubiera
parado sin dificultades una portera más alta que la española, que, a partir de
ahí tuvo intervenciones de muchísimo mérito.
El comienzo
de la segunda parte fue un recital de las japonesas, que se pusieron 3-0,
jugando a placer, pero todo cambió cuando, a falta de unos veinte minutos para
el final, las españolas metieron un buen gol en un contraataque y, en la jugada
siguiente, estrellaron el balón en el larguero. Fueron 5-10 minutos de furia, que las japonesas gestionaron
bien para terminar dominando y creando ocasiones hasta que la árbitra, que
estuvo impecable, ayudada por la exquisita deportividad de las chicas, pitó el
final.
Mi mujer,
que llegó con el partido empezado y que sólo ve los que juega la Real Sociedad
–tiene ese punto de masoquismo- vio conmigo el partido hasta el final,
disfrutando el excelente toque de las japonesas y sufriendo con la impotencia
de las españolas cuando el partido se puso cuesta arriba.
No, el
fútbol femenino no es un oxímoron, es una realidad que está ahí y que tiene
toda la pinta de que seguirá creciendo en cantidad y calidad. Y ¡ojalá! lo haga
sin caer en los comportamientos inaceptables de la violencia y el engaño de
algunos furbolistas que, gracias al V.A.R., empiezan a quedar en evidencia.
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