viernes, 14 de agosto de 2020

Historias de terror (1)

La estrategia del miedo que han diseñado los poderes públicos en España para tapar su ineptitud, está provocando situaciones como la que contaré más adelante y como las que iré exponiendo aquí los próximos días.

Cuando digo los poderes públicos, me refiero a todos en general: del estado, autonómicos, municipales y hasta deportivos... dependiendo de qué deporte ¡claro! Porque no hay problema en abarrotar el frontón de Oiartzun u otros, pero no se permiten carreras populares al aire libre. Lo que hace el jatorrismo ¿verdad?  

Seguro que hay alguna excepción, en algún ayuntamiento, de las que no tenemos noticia porque los medios de comunicación se han apuntado al pensamientos único, la adoración de la mascarilla y el linchamiento a los discrepantes.

Ayer, escuchaba en la radio a una mujer que se reivindicaba como periodista y que en sus vacaciones estaba ayudando a sus padres en el restaurante que tienen en Asturias. Después de decir que el 99% de sus clientes cumplen con las normas, se ensañó con un grupo de 19 personas que habían estado comiendo en ese restaurante y que, según ella, habían hecho caso omiso de las mascarillas, las distancias, etc. No sé si sus padres estarían muy de acuerdo con esa posición porque, con la que está cayendo, que 19 clientes se sienten a comer en tu casa no creo que pase todos los días. Así es el periodismo que tenemos en España, que hace noticia y escarnio del 1% e ignora al 99% restante. Exactamente igual que lo que pasó en el confinamiento. Y todo para acojonar a la población.

Después de esta introducción, vamos con la primera historia de terror. Fue un sábado soleado de principios del mes de junio, mucho antes de que el Gobierno Vasco impusiera el uso de la mascarilla por la calle. Mi mujer y yo habíamos subido andando a Garbera, estuvimos viendo una tienda en la que teníamos interés y de la que salimos sin encontrar los que buscábamos. Bajamos por Egia y atravesamos el paso subterráneo y el puente de María Crisitina. Al llegar al Paseo del Árbol de Gernika, una señora bajita, delgada, de mediana edad, de la que solo recuerdo estos datos, se dirigió a mí, diciéndome, textualmente: 'Hijo de puta, ponte la mascarilla.'

Os recuerdo que estábamos a principios de junio, cuando apenas el diez o, exagerando, el 20% de los donostiarras llevaban mascarilla.

Hice caso omiso de la señora y seguí hasta casa. No lo había contado hasta ahora porque pensaba que era un caso aislado, pero ya vengo padeciendo situaciones similares, y las voy a compartir aquí.

No tengo claras las consecuencias que en la salud física está causando el Covid-19, porque la información de la que disponemos es incompleta, está manipulada por unos y por otros, en función de sus intereses, y tiene un sesgo evidente de autoritarismo.

Sin embargo, lo que empieza a estar cada día más claro, a mi modo de ver, es que nuestra salud psíquica se está deteriorando. Basta leer la sección Sirimiri de las páginas de información local en la edición de Donostia de El Diario Vasco.

Mañana os cuento el caso de otra señora que -¡quién sabe!- igual era la misma.

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