
¿Qué
estaba tramando su hijo? ¿Sería por la chica del Hospital? Hizo memoria, pero
no recordaba su nombre. Asier había dicho que tenía un apellido extranjero. Era
la primera chica que pudiera interesarle a su hijo de la que tenían alguna
referencia.

‘¿Me haces el zumo, aita? Me voy a la ducha’
–le dijo mientras se desperezaba y salía de la cama completamente desnudo, como
dormía desde que empezó a nadar. En casa todos andaban desnudos con mucha
naturalidad y él también dormía desnudo. Asier tenía una planta espectacular,
que su padre no sabía de quién había heredado. De él, seguro que no. Como decía
su entrenador, lástima que le faltaran unos cuantos centímetros para acercarse al 1.96
de Ian Thorpe o a al 1.93 de Michael Phelps.

‘Háblame de la chica’ –le dijo cuando entró en la cocina
vestido con un bañador, una camiseta del Club Natación Pamplona y unas chancletas.
Asier
sabía que la única posibilidad de ver a Rebeca pasaba por su padre. Él no tenía
ningún vínculo con la chica y no le permitirían la entrada. No había otra que
transaccionar. ‘Ayer me preguntaste si
era guapa, aita. Es guapísima y creo que le he gustado.’ –contestó con la
media sonrisa tímida que tanto éxito le granjeaba con todos y con todas.
-Si quieres verla, tendrás que entrar conmigo
y esperar a que yo la vea primero. ¿Tiene algún familiar con ella?
-Yo saludé a su padre, un tipo muy alto,
que hablaba con acento. Su madre también andaba por allí. Son de San Sebastián.
-Vale, estás unos minutos con ella, y
sales de allí antes de las visitas, que son a las ocho ¿de acuerdo?
-De acuerdo, aita, eskerrik asko! –y le dio dos besos a su padre.
-¿Qué vas a hacer después? ¿Vas a la piscina?
-Sí, tenemos un test fuerte para el
campeonato del sábado.
-Vuelve pronto a casa y ponte a estudiar.
La ama tiene razón. Te juegas mucho con la nota de Bachiller y la de la
Selectividad. Ya lo sabes.
-Sí, sí, aita. ¡Ah! A la ama, ni palabra
¿eh? Y a la cotilla de Andrea, tampoco.
Terminaron
de desayunar y de vestirse y a las siete y cuarto salieron de casa. Apenas
había tráfico a esas horas y antes de las siete y media habían aparcado el
coche en el reservado del Hospital. Fueron directamente a Observación, que
estaba cerca de la entrada de Urgencias, en la que acababan de llegar dos
ambulancias con heridos.

‘¿Es su hijo, doctor?’ –le preguntó la veterana, una rubia de
garrafón entrada en carnes, que le hizo una radiografía completa. ‘¡Hay que ver cómo mejora la especie!’
–comentó.
-¿Quieres unas pastas, chaval? Son de las
buenas ¿eh?
-No, gracias, acabamos de desayunar y yo
tengo entrenamiento. A ver si me van a sentar mal.
-¿Tú eres el nadador? –le preguntó una de las jovencitas, a la
que le calculó veintipocos años. Era rubia y tenía el pelo largo y ondulado.
Estaba de pie y debajo del austero uniforme azul se le adivinaba un bonito
cuerpo.
-Sí, luego tengo entrenamiento en el Club
Natación Pamplona.
Reconoció
a la segunda enfermera joven, porque la había visto la tarde anterior cuando
dejaron a Rebeca en Observación. Era más bajita, desgarbada, y menos habladora,
pues permaneció en silencio, mirándole de reojo.

Salió de
la sala, volvió donde su hijo y le dijo: ‘Goazen.
Asier’.
Vestía un
pantalón corto y una camiseta, que dejaba a la vista unas piernas depiladas y
unos brazos musculosos, sin exageración. El cuerpo de un nadador. Conservaba
los cuatro pelos de la cara y el de la cabeza, muy negro y más largo de lo
habitual, evidenciaba las huellas húmedas de una ducha reciente. Estaba mucho
más guapo que la víspera, enfundado en el uniforme casi militar de la Cruz
Roja, dos tallas mayor que el que le correspondía. Se quedó parado, esperando
que su padre atendiera a Rebeca, mientras ésta, algo más recatada que la tarde
anterior, le saludaba con un casi neutro: ‘Aupa!
Asier ¡qué sorpresa!’
Tras un
breve interrogatorio a la paciente, en el que se concluía que sería dada
inmediatamente de alta, el doctor miró el reloj, vio que marcaba las 7:50 y le
dijo a su hijo: ‘Tienes diez minutos. Te
espero fuera’.
Se acercó
lentamente a la cama, cogió la mano derecha de Rebeca con la suya y mirándole a
la cara le preguntó: ‘¿Qué tal?’ Ella
tiró de la mano de Asier, lo acercó y le dio dos besos en cada mejilla.
-¿Tú qué pintas aquí, chaval?
-El médico que te acaba de visitar es mi
padre. Le tocaba guardia y le he pedido que me dejara verte –Para entonces había recuperado la
verticalidad, le había cogido la otra mano y le estaba acariciando los dos
antebrazos- ¿Cómo ha ido la noche?
-Bueno… Al principio, mal, con este olor a
tigre que no me aguanto ni yo. No me han dejado ducharme. Además, me quitaron
el móvil y han estado todo el rato yendo y viniendo. Al final, conseguí
dormirme… y siento decirte que no he soñado contigo, bombón. –le dijo, recuperando el tono de la
víspera, atenuado por la disciplina hospitalaria- Oye ¿has traído el móvil, verdad? Enséñame fotos tuyas.

-En casi todas estás con el pelo muy corto
¿te lo estás dejando crecer?
-Me lo voy a cortar mañana mismo, el
sábado tenemos competición y hay que aligerar.
-Pues estás más guapo con el pelo más
largo. Piénsatelo.
-Me lo pensaré. ¿Y tú, cómo es que juegas
de portera? Por la planta que tienes serías una buena nadadora.
-El aita fue portero de la selección de
Polonia, se casó con una vasca y se vino a vivir aquí. Yo empecé a jugar a
fútbol, por la estatura me mandaron a la portería y ahí sigo.
-Menuda lengua gastas ¿eh? ¿Al árbitro, le
insultabas en polaco?
-Menudo capullo. Jajajaja!!!! Paczek
sukinsyn, eso es lo que le dije cuando me sacó tarjeta. Capullo cabrón en
polaco.
-Jajajaja!!!! Parecías Cristiano Ronaldo.
Casi tienes los mismos abdominales que él.
-Ese sí que es un capullo. Oye ¿tú no
serás del Madrid, verdad?
-¡Qué va! De Osasuna. Odio al Madrid, ya
sabes: ‘El equipo del Gobierno, la vergüenza del país’.
‘Bueno, chicos, se acabó la fiesta, que vienen
las visitas’ –La
enfermera veterana irrumpió en el box de Rebeca. Asier miró el reloj y vio que
marcaba las 8:00. Se inclinó sobre Rebeca, ruborizado, y se atrevió a
devolverle el piquito de la víspera, tras el cual salió corriendo, casi
huyendo, mientras le decía: ‘Llámame
cuando llegues a Donosti, Vale?
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