miércoles, 5 de septiembre de 2018

Deporte sin etiquetas

El pasado viernes, entraba en el fenómeno del fútbol femenino, que sigue creciendo en cantidad y calidad. Hoy podría ocuparme de otro deporte que, hace unos años, hubiéramos considerado poco femenino, como el remo, en su modalidad traineril, que no en otras especialidades, como el piragüismo, con hitos como la medalla de oro de Maialen Chourraut en los Juegos Olímpicos de Río 2016.

El sábado por la mañana, paseando por el puerto, pudimos ver a las chicas de San Juan y Arraun Lagunak, que presentaban una planta atlética que en nada tiene que envidiar a la de los chicos, salvando las diferencias inherentes al sexo en constitución y talla. Eran dos grupos de chicas alegres, motivadas, unas más serias, otras más extrovertidas, que lo mismo podrían haber quedado para desarrollar cualquier otra actividad, fuera o no deportiva.

Los amantes del atletismo llevamos muchos años viendo competir a las chicas y disfrutando de sus carreras, sus saltos y sus lanzamientos. Hemos asistido a su conquista de disciplinas que les estaban vedadas, como las carreras de fondo, el triple salto o el salto con pértiga. Y esperamos el momento en el que el heptahlon llegue al dechathlon de los chicos; o aquel en el que se iguale la carrera de las vallas altas (100 metros para ellas y 110 metros para ellos), respetando una diferente altura para las vallas, toda vez de que las chicas son más bajas que los chicos.

Hoy es el día en el que disfruto por igual viendo competir a las chicas que a los chicos en un deporte, el atletismo, que como otros de tradición olímpica, la natación o la gimnasia, no hace distingos en función del sexo. Deportes modernos, como el triatlón, han cogido esas dos olas de la natación y el atletismo, para rodar por las carreteras de la igualdad.

Lejos de la mirada condescendiente, cuando no escandalizada, con la que algunos machistas de ambos sexos contemplan el acceso de la mujer a todo tipo de deportes, creo que los hombres debemos alegrarnos  de ello y celebrarlo, aunque sea por puro egoísmo.

¿No os resulta mucho más agradable hablar con una mujer, tenga la edad que tenga, de cualquier deporte? ¿No es mucho más fácil tener nuestro tiempo para el deporte si también ella tiene y reclama el suyo? Y todos conocemos parejas en las que los dos corren, los dos reman, los dos nadan, los dos juegan al fútbol… o cada uno y cada una hace un deporte distinto, disfrutando del chute de energía, también mental, que proporciona la práctica de la actividad física.

¿Os imagináis un mundo al revés, en el que resucitara aquella vieja Sección Femenina de franquismo, transmutada en una hipotética Sección Masculina, en la que los hombres, en exclusiva, tuviéramos que asistir a los enfermos, atender los comedores, aprender a coser, planchar y bordar y un largo etcétera de tareas que se adjudicaban en exclusiva al entonces llamado sexo débil?

Creo que todos (todas y todos) tenemos que aplaudir la incorporación de la mujer al deporte, a cualquier deporte, porque está empíricamente demostrado que la actividad física, tanto a los hombres como a las mujeres, nos hace llevar una vida más ordenada, mejorar nuestra alimentación y nuestros hábitos, sentirnos más a gusto con nuestro propio cuerpo y, también, ser y estar mucho más guapos y mucho más guapas y disfrutar más de la práctica del sexo. ¿A que sí?

Dejemos, yo el primero, de poner etiquetas al deporte en función del sexo. 

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