El fenómeno del
deporte popular, o mejor, el fenómeno del deporte popular competitivo y
organizado, empezó con el runnig, con
aquellos maratones populares de los años 70 y 80 del siglo pasado y otras
carreras de larga distancia, de las que la Behobia-San Sebastián (B/SS), es un
modelo de éxito. Como mansas olas al principio y como un tsunami después, las
grandes marcas deportivas descubrieron un mercado millonario en clientes, en
dólares, en euros y en cualquier moneda de curso legal. Las carreras populares
empezaron a proliferar a lo largo y ancho de la geografía mundial,
multiplicando exponencialmente los consu-midores de zapatillas, camisetas,
pantalones, mallas, gorras, calcetines, medias, guantes, cortavientos,
chubasqueros, manguitos, gafas, cronómetros, pulsómetros, GPSs, geles y un
largo etcétera de productos para un mercado que crecía y crecía, en el que
todos encontraban su nicho.
Ahora mismo, si nos
quedamos solo en Gipuzkoa, estamos cerca de llegar a los dos centenares de
carreras populares al año, que se concentran especialmente en el último cuatrimestre, en
el que acabamos de entrar, que tienen su traca final con las San Silvestres del 31 de diciembre, y su punto álgido en la B/SS del segundo domingo de
noviembre.
Siendo eso así, el
modelo da síntomas de agotamiento y, con contadas excepciones en carreras de
nicho, como, por ejemplo, la Lilatón, las cifras de inscripción y participación
discurren a la baja. Hay varias razones, que van desde la moda hasta la
competencia con otras disciplinas más novedosas, más ¿ecológicas?, más
¿épicas?, más cool, menos
estresantes… y, tal como yo lo veo, menos exigentes, como las carreras de
montaña, las travesías a nado, el duatlón, el triathlon, el cross-fit… incluso
el golf.
Si hacemos un
análisis de la participación en las carreras populares de todo tipo, desde el
maratón hasta una carrera corta de barrio, observamos que en la tónica general
de descenso, las mujeres crecen. Y si echamos un vistazo a nuestras calles,
nuestros parques y cualquier lugar en el que se pueda correr, cada vez hay más
mujeres, cada vez corren más y mejor y cada vez están mejor equipadas. Eso lo
han visto las marcas y están incidiendo en ese mercado. Por lo general, un
hombre sale o salía a correr de cualquier manera, sin importarle ni mucho ni
poco si el pantalón o la malla iba con la camiseta, las zapatillas y/o la gorra. La mayoría de
las mujeres, con buen criterio, que comparto, tienen muy presentes esos
detalles.
A mi modo de ver,
los organizadores de las carreras populares tendrían que seguir el ejemplo de
las marcas y poner el foco en la mujer, interesarse seriamente por ella,
conocer lo que en la jerga de la calidad llamamos requisitos. Y hay uno que, siguiendo con la misma jerga, es
absolutamente higiénico: que las
mujeres tengan el mismo reconocimiento, el mismo incentivo y, en su caso, los
mismos premios, sean o no en metálico, que los hombres. Sorprende por eso que
todavía haya organizaciones que no lo tengan en cuenta.
En estos cuatro
meses: septiembre, octu-bre, noviembre y diciembre, tenemos over-booking de carreras, algunas muy consolidadas, otras
incipientes, entre las que no siempre resulta fácil elegir. Uno de los
criterios que os sugiero tengáis presente al hacer vuestra elección es el de la
no discriminación, que vale tanto para los hombres, como para las mujeres. A
ver si aprenden de una vez.
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