miércoles, 28 de agosto de 2019

El hermano gemelo.

Cuando volvió a casa, se encontró con el piso tan desastrado como de costumbre. Fue directo al frigorífico y cogió una ensalada de quinoa de Eroski y la bandeja de pechugas de pollo que había sacado del congelador a la mañana. Mientras atacaba la ensalada, en el mismo envase que traía y con el mismo aliño, puso a calentar una sartén y le echó unas gotas de aceite, sobre las que colocó dos filetes para que se fueran haciendo.

Abrió una lata de cerveza, que vertió en un vaso, y puso la radio. Era la hora de los informativos y le interesaba conocer el tratamiento que daban a la situación de bloqueo político y, muy especialmente, lo que decían del PNV. Aunque sólo tenía 24 años, llevaba más de tres trabajando para el gabinete de comunicación del partido, al que llegó mientras estudiaba en el campus donostiarra de la Universidad de Deusto.

Uno de sus profesores, que trabajaba para el lehendakari Urkullu, le ofreció trabajar en la campaña de las elecciones autonómicas de 2016, en las que, como decía ese mismo profesor, le tocó desde planchar un huevo a freír una corbata, preparando sobres, revisando listados, haciendo llamadas, escribiendo twits más o menos ingeniosos con los replicar las ideas, ocurrencias o ataques de los rivales políticos…

Fue esta faceta suya de twitero la que despertó el interés de Ibon Rekondo, responsable de comunicación del partido, que lo puso a su lado y con quien seguía trabajando desde entonces.

A Kepa, que nunca había tenido inquietudes nacionalistas, ni nada parecido a una ideología, le entró en vena la droga de la política y se metió a ciegas en el oscuro laberinto de las cloacas del poder. Le ayudó su ingenio natural, su magnífico estilo personal, vestido siempre con la mejor de sus sonrisas, y su presencia física, que conseguía poner siempre al servicio de los sucesivos políticos para los que trabajaba.

Ese 6 de agosto había sido un día duro. Ibon, que vivía en Durango, le había convocado a las siete de la mañana. En un momento en el que el partido gozaba de la mejor posición de los últimos años, el escenario de dos nuevas elecciones en el horizonte, exigía analizar todas las opciones posibles y, sobre todo, los mensajes a transmitir a los ciudadanos de Euskadi, a los medios, a los agentes económicos y sociales y al resto de los partidos. Parecía cada vez más probable que se repitieran las elecciones generales en España, que, en tal caso, se celebrarían el 10 de noviembre. Y había que valorar en qué medida podría interesar un adelanto electoral de las elecciones autonómicas, para las que quedaba más de un año. El objetivo de la jornada era ir modulando los mensajes y dejar puertas abiertas a pactar con el más amplio espectro posible, dentro de lo que los electores estuvieran dispuestos a aceptar.

Estuvieron analizando distintas encuestas y estudios sociológicos, repasando la verborrea de los tertulianos de uno y otro signo, desbrozando la jungla de las redes sociales y la fauna que se mueve por ellas, y escuchando muy atentamente lo que les iba llegando del sector empresarial y de los movimientos sociales afines. A Kepa, que delante de su jefe presumía de poder hacer el mismo trabajo para cualquier otro partido, le tocaba el rol de poli malo, buscando brechas por la que atacar la estrategia y los mensajes de PNV. Había estado inspirado y había conseguido enfadar al casi siempre imperturbable Ibon Rekondo.

Salvo una crisis, que no esperaban, tenía por delante tres semanas tranquilas, coincidiendo con la Semana Grande Donostiarra y la Aste Nagusia de Bilbao, en la que cobraban protagonismo los Ayuntamientos, gobernados por el PNV, poniendo el foco en la gestión, con un perfil bajo del partido

Se había citado con Ibon el 26 de agosto y no tenía ningún plan especial para esos veinte días. Con un poco de suerte, si cristalizaban las gestiones que había encargado, con la más absoluta discreción, podría acompañar a su hermano gemelo a Birmingham y a Paris. Y allí...

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