Cuando volvió a casa, se encontró
con el piso tan desastrado como de costumbre. Fue directo al frigorífico y cogió
una ensalada de quinoa de Eroski y la bandeja de pechugas de pollo que había
sacado del congelador a la mañana. Mientras atacaba la ensalada, en el mismo
envase que traía y con el mismo aliño, puso a calentar una sartén y le echó unas
gotas de aceite, sobre las que colocó dos filetes para que se fueran haciendo.
Abrió una lata de cerveza, que
vertió en un vaso, y puso la radio. Era la hora de los informativos y le
interesaba conocer el tratamiento que daban a la situación de bloqueo político
y, muy especialmente, lo que decían del PNV. Aunque sólo tenía 24 años, llevaba
más de tres trabajando para el gabinete de comunicación del partido, al que
llegó mientras estudiaba en el campus donostiarra de la Universidad de Deusto.
Uno de sus profesores, que
trabajaba para el lehendakari Urkullu, le ofreció trabajar en la campaña de
las elecciones autonómicas de 2016, en las que, como decía ese mismo profesor,
le tocó desde planchar un huevo a freír
una corbata, preparando sobres, revisando listados, haciendo llamadas,
escribiendo twits más o menos
ingeniosos con los replicar las ideas, ocurrencias o ataques de los rivales políticos…
Fue esta faceta suya de twitero la que despertó el interés de
Ibon Rekondo, responsable de comunicación del partido, que lo puso a su lado y
con quien seguía trabajando desde entonces.
A Kepa, que nunca había tenido
inquietudes nacionalistas, ni nada parecido a una ideología, le entró en vena
la droga de la política y se metió a ciegas en el oscuro laberinto de las
cloacas del poder. Le ayudó su ingenio natural, su magnífico estilo personal,
vestido siempre con la mejor de sus sonrisas, y su presencia física, que
conseguía poner siempre al servicio de los sucesivos políticos para los que
trabajaba.
Ese 6 de agosto había sido un día
duro. Ibon, que vivía en Durango, le había convocado a las siete de la mañana.
En un momento en el que el partido gozaba de la mejor posición de los últimos
años, el escenario de dos nuevas elecciones en el horizonte, exigía analizar
todas las opciones posibles y, sobre todo, los mensajes a transmitir a los ciudadanos
de Euskadi, a los medios, a los agentes económicos y sociales y al resto de los
partidos. Parecía cada vez más probable que se repitieran las elecciones
generales en España, que, en tal caso, se celebrarían el 10 de noviembre. Y había
que valorar en qué medida podría interesar un adelanto electoral de las
elecciones autonómicas, para las que quedaba más de un año. El objetivo de la jornada era ir modulando los mensajes y dejar puertas abiertas a pactar con el más amplio espectro posible, dentro de lo que los electores estuvieran dispuestos a aceptar.
Estuvieron analizando distintas
encuestas y estudios sociológicos, repasando la verborrea de los tertulianos de
uno y otro signo, desbrozando la jungla de las redes sociales y la fauna que se
mueve por ellas, y escuchando muy atentamente lo que les iba llegando del
sector empresarial y de los movimientos sociales afines. A Kepa, que delante de
su jefe presumía de poder hacer el mismo trabajo para cualquier otro partido,
le tocaba el rol de poli malo, buscando
brechas por la que atacar la estrategia y los mensajes de PNV. Había estado
inspirado y había conseguido enfadar al casi siempre imperturbable Ibon
Rekondo.
Salvo una crisis, que no
esperaban, tenía por delante tres semanas tranquilas, coincidiendo con la Semana
Grande Donostiarra y la Aste Nagusia de Bilbao, en la que cobraban protagonismo
los Ayuntamientos, gobernados por el PNV, poniendo el foco en la gestión, con un
perfil bajo del partido
Se había citado con Ibon el 26 de agosto y no tenía ningún plan especial para esos veinte días. Con un poco de suerte, si cristalizaban las gestiones que había encargado, con la más absoluta discreción, podría acompañar a su hermano gemelo a Birmingham y a Paris. Y allí...
Se había citado con Ibon el 26 de agosto y no tenía ningún plan especial para esos veinte días. Con un poco de suerte, si cristalizaban las gestiones que había encargado, con la más absoluta discreción, podría acompañar a su hermano gemelo a Birmingham y a Paris. Y allí...
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