En 1978, Johan Cruyff, el capitán y estrella de la selección de Holanda, se negó a jugar el Campeonato del Mundo de Fútbol, que se celebró en Argentina, bajo la dictadura de Videla. Fue una medida de protesta, adoptada por algún futbolista más, aunque no del prestigio, la fama y el eco mediático que siempre tuvo 'el flaco'.
La Real Federación Española de Fútbol, que niega al Villarreal y al Atlético de Madrid la posibilidad de disputar un partido de La Liga en Miami, va a organizar la Final de la Supercopa de España, que se celebrará los días 9, 8 y 12 de enero, en Arabia Saudí, un país que conculca buena parte de los Derechos Humanos más elementales, una dictadura mucho más fanática y cruel de lo que pudo ser la de Videla.
RTVE, alegando razones humanitarias, ha renunciado a pujar por esa competición. Poco me importa que las estrecheces económicas que padece ente público, con la prórroga de los presupuestos de Rajoy, haya pesado más o menos en esa decisión, que aplaudo.
Con el antecedente de Cruyff, echo de menos que haya algún futbolista de alguno de los cuatro equipos en liza: Barcelona, Valencia, Real Madrid y Atlético de Madrid que se niegue a participar en esa iniciativa de la RFEF, que solo se justifica por los 120 millones de euros que engrosarán sus arcas durante los próximos tres años. El dinero no lo blanquea todo.
Seguro que a todos se nos vienen a la cabeza futbolistas de esos equipos con el carácter y el tirón mediático suficiente para rebelarse, pero, de momento, permanecen mudos.
¿Quien calla otorga?
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