miércoles, 6 de noviembre de 2019

Joker

El pasado miércoles fui al cine para ver Joker, uno de los fenómenos cinematográficos del año. No me defraudó, aunque confesaré que salí del cine inquieto y con una profunda sensación de desasosiego. 

Ambientada en la cuidad imaginaria de Gotham, sucia, oscura y hostil, en una época que recuerda a los años 70 del siglo pasado, en un mundo dividido entre unos pocos ricos y una mayoría de pobres y marginados, que sobrevive alienada por la televisión.

En ese escenario surge el protagonista, un personaje torturado por un entorno cada vez más aterrador, un enfermo mental, víctima de los recortes de la administración, de las crueles burlas de los ciudadanos, de las pesadas bromas de sus compañeros y hasta de la dependencia de una madre difícilmente clasificable, extraordinariamente interpretado por Joaquin Phoenix.

Igualmente impactante es la interpretación de Nobert de Niro, que pone cara y voz a un presentador estrella de la televisión, un tipo sin escrúpulos para un mundo sin principios.

Como le escuché decir a Carlos Boyero, Joker acaba siendo un 'tarado con causa' y los espectadores terminamos celebrando las atrocidades que comete, a la vez que aplaudimos sus números de baile y la puesta en escena de un personaje romántico y atormentado.

Si hace una semana salía frío y pelín cabreado de la película de Alejandro Amenabar, Mientras dure la guerra, el miércoles salí tan satisfecho a la vez que inquieto y preocupado, como cuando vi Taxi Driver o La Naranja Mecánica

Hoy he visto La trinchera infinita. Ya os contaré. 

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