viernes, 24 de julio de 2020

El mal de Corcira

La décima novela de Bevilacqua y Chamorro, duodécimo título de la serie, es la más extensa de todas. Tiene más de quinientas páginas que he devorado en menos de una semana. Es perfectamente reconocible el estilo de su autor, Lorenzo Silva, y de la mano del ya veterano subteniente Vila nos conduce por varios escenarios y espacios temporales que dan consistencia a la trama.


Los detalles de la investigación de un asesinato están aderezados y complementados por las circunstancias personales de la víctima, un tipo con muchas caras y no menos aristas. Lo que parece una pesquisa rutinaria se va complicando a medida que van saliendo nuevos datos, opacados al principio y que van aflorando por la perspicacia de los sabuesos pikoletos y las dudas, que son siempre la antesala del progreso. 

La novela ni esconde ni se solaza demasiado en el panorama sociopolítico de Euskadi en los años de plomo de finales del siglo XX, que aborda desde el punto de vista de un Guardia Civil y que, a mi modo de ver, están mejor recogidos en Patria, la novela de Fernando Aramburu, acudiendo, siempre en mi opinión, a lugares comunes y a simplificaciones de una situación mucho más compleja que la que yo he percibido de la lectura de la novela.

Dicho eso, es una novela negra y el contexto socio-político no deja de estar en un segundo plano mientras los focos se dirigen a la investigación del crimen.


No faltan en la novela la fina ironía del protagonista, su capacidad de reírse de sí mismo y de cuestionarse sus acciones, reflexiones sobre la condición humana y un ritmo narrativo que mantiene al lector ávido de descubrir lo que le espera en el siguiente capítulo.

 

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