Nos apetecía mucho volver a Francia, donde no estábamos desde el 6 de enero, festivo aquí y laborable allí. Guiados por el pronóstico meteorológico, que anunciaba un día chungo, mi mujer cogió fiesta y nos acercamos a Bayonne, la capital de la Nueva Aquitania, que sirve de marco a la desembocadura de los ríos Adour y Nive.
Nos dio la impresión de que han mejorado algunas infraestructuras urbanas: aceras, plazas, calles peatonales, transporte público; mientras la cuidad mantiene su aire decadente.
Esperábamos que las calles, las plazas, los cafés, los comercios, etc. estuvieran más concurridos. En julio, el sur de Francia, con las playas y las Landas es una zona turística y el día encapotado invitaba a darse una vuelta por una ciudad que tiene su encanto. Vimos menos gente que nunca y casi no vimos ninguna mascarilla por la calle. No es que en Donostia veamos muchas, pero es que allí prácticamente todos, independientemente del sexo o la edad, iban sin ella. Sin embargo, en los comercios era necesario cubrirse con el –para mí- molesto antifaz.
A la vuelta, rendimos visita al inmenso Carrefour del BAB2, para aprovisionarnos de Ricoré y algún otro producto típico francés. El centro comercial estaba prácticamente desierto, si lo comparamos con visitas anteriores.
Esperamos volver pronto y encontrar aquello más animado.
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