viernes, 3 de julio de 2020

Un día en Bayonne

Nos apetecía mucho volver a Francia, donde no estábamos desde el 6 de enero, festivo aquí y laborable allí. Guiados por el pronóstico meteorológico, que anunciaba un día chungo, mi mujer cogió fiesta y nos acercamos a Bayonne, la capital de la Nueva Aquitania, que sirve de marco a la desembocadura de los ríos Adour y Nive.


A la ida, nos llamó la atención el intenso tráfico de camiones hacia España. Lo confirmamos a la vuelta en el peaje de la frontera, con largas colas de vehículos pesados, que no tenían su contrapartida en dirección contraria, hacia Francia.

Nos dio la impresión de que han mejorado algunas infraestructuras urbanas: aceras, plazas, calles peatonales, transporte público; mientras la cuidad mantiene su aire decadente.

 

Esperábamos que las calles, las plazas, los cafés, los comercios, etc. estuvieran más concurridos. En julio, el sur de Francia, con las playas y las Landas es una zona turística y el día encapotado invitaba a darse una vuelta por una ciudad que tiene su encanto. Vimos menos gente que nunca y casi no vimos ninguna mascarilla por la calle. No es que en Donostia veamos muchas, pero es que allí prácticamente todos, independientemente del sexo o la edad, iban sin ella. Sin embargo, en los comercios era necesario cubrirse con el –para mí- molesto antifaz.

 

A la vuelta, rendimos visita al inmenso Carrefour del BAB2, para aprovisionarnos de Ricoré y algún otro producto típico francés. El centro comercial estaba prácticamente desierto, si lo comparamos con visitas anteriores.


No sé cómo acabará toda esta historia de ¿pandemia?, miedo, mascarillas y medidas que, invocando argumentos a favor de la salud pública, atacan a la consideración y a la salud mental de los ciudadanos… por no hablar de la economía.

Esperamos volver pronto y encontrar aquello más animado.


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