Mi experiencia como espectador de las cuatro finales de 800 metros del Campeonato de Euskadi Absoluto en Pista Cubierta, celebradas el domingo por la mañana en el Velódromo de Anoeta, a partir de las 11:45, tuvo un prólogo inesperado. Venía, helado, de nadar una hora en la piscina de Anoeta. Sabedor del frío que hace en la grada, pasé antes por el bar de la instalación para tomarme un café con leche bien caliente. Mientras esperaba a ser atendido, me fijé en un grupo de jóvenes a mi izquierda, que también pidieron cafés, y muy especialmente en uno muy alto y delgado, vestido con un pantalón de chandal negro (Nike) y una sudadera igualmente negra (The North Face), que lucía dos grandes aros en sus orejas, que alternaba el euskera con el castellano. Me recordaba mucho al atleta navarro Asier Martínez, finalista de los 110 metros vallas en los pasados JJ OO de Tokyo.
Tenía la planta de un saltador de altura y recordé que en 2017, con 17 años, llegó a saltar 2.04. No estaba seguro de que fuera él, porque no competía y porque me parecía más alto y más flaco que la imagen que tenía de él por televisión. Como con los años vamos perdiendo la vergüenza, me acerqué a él y le pregunté si de verdad era Asier Martínez. Con mucha naturalidad, me dijo que sí. En la brevísima conversación que tuvimos, me confirmó la impresión que tenía de él, por las entrevistas que le hicieron en los medios el año pasado, de un chaval, sencillo, humilde, muy correcto en el trato y muy natural. Solo por verle y por esa breve charla, mereció la pena ese café con leche que, además, me ayudó a entrar en calor.
La primera carrera que vi fue la final B de 800 metros femeninos, en la que se impuso Naiara Tena (17 años).
Doblete en las dos pruebas del medio-fondo de la rubia atleta del Bidezabal.
En esa última vuelta, Jon Ander Etura se puso en cabeza y la aguantó para ganar una carrera con cuatro atletas bien por debajo de 2:00 y los demás por encima de ese tiempo.
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