miércoles, 22 de febrero de 2023

La primera maratón de Elena Silvestre. Segunda parte. El día D

Vamos con la segunda parte, con el día D, el 19 de febrero de 2023, ese día que nunca olvidará nuestra protagonista. 

Suena el despertados a las 5 am. Me levanto con cuidado para no despertar a Xabi, que con desayunar a las 7 le era suficiente. Desayuno “tranquila” y me pongo a revisar todos esos mensajes que había recibido la víspera y que me hacen sentir tan afortunada de la gente que tengo a mi alrededor. Eskerrik asko! Natalia, Aratz, Amaia, Idoia, Ane, Juli, Iraia, Adri, Joseba, Lutxi, Iñigo, Asier... 

Y por si fuera poco, mis amigas de Teruel, que también estaban haciendo su propia “maratón” de fin de semana en las fiestas de Teruel, me hacen una video llamada volviendo para casa de la parranda para darme suerte. No son deportistas, no entienden de marcas ni de distancias, pero les da igual, siempre me apoyan y se alegran por aquello que haga. Gracias mis Gaires!

Unos minutos de concentración y pistoletazo de salida, yo en el cajón élite y Xabi en el siguiente. Salida perfecta, sin empujones ni caídas. A los 500 metros, Xabi me alcanza y cogemos el ritmo de carrera. 

Las sensaciones en el primer 5 K no eran demasiado buenas. Supongo que el no haber calentado mucho para no meter más kilómetros de la cuenta, hizo que me costara entrar en carrera, pero a partir de ahí, las sensaciones son otras. Voy corriendo a gusto, feliz, al lado de Xabi y en un grupo en el que hay alguna cara conocida (Aitor Souto) y muchas camisetas de equipos de Euskadi. Todos liderados por Xabi que va animando al grupo. Esas sensaciones se mantienen hasta el 25, adonde hemos llegado corriendo como un reloj, a una media de 3’48’’-3’49’’. Las sensaciones todavía son aceptables, y puedo ser consciente de lo que ocurre alrededor, la gente animando, las calles de Sevilla, la música. Pero no nos confiemos, la carrera empieza en el 30.

En el momento de la salida estaba nublado y la temperatura era perfecta, pero sabía que ya llevábamos más de hora y media y que el sol podría salir en cualquier momento y haría subir la temperatura. Por suerte, sólo salió en los últimos kilómetros y a mi parecer hizo buena temperatura para correr. En Euskadi estamos acostumbrados a entrenar con algunos grados menos, y quizás se hubieran agradecido, pero no creo que fuera algo que penalizara demasiado.

Fui bebiendo en los avituallamientos cada 5 kilómetros. Era algo que me preocupaba; que por falta de experiencia no bebiera lo suficiente. Sin embargo, mi propio cuerpo me expresó la necesidad de beber un poco en cada avituallamiento.


Del 25 al 30 me empecé a sentir un poco más cansada, ya se notaba la acumulación de kilómetros, pero seguimos metiendo el ritmo clavado. En ese momento, el grupo se reduce a unos pocos y me doy cuenta que ya ha empezado la carrera de verdad. Muchos van a menos y nosotros estamos consiguiendo mantener el ritmo, lo que hace que continuamente pasemos a gente. Hay zonas de mucha animación y otras de menos, pero yo ya estoy concentrada en la carrera y no presto demasiada atención. Sí que oigo a un tipo animando en 2 ó 3 ocasiones que no paraba de grita PIERNAS, CORAZÓN Y CABEZA. Cuánta razón… aunque para mí el orden correcto en una maratón tiene que ser CABEZA, PIERNAS y CORAZÓN.

Llega el 30, y ya empiezan algunos avisos musculares de fatiga, pero eso no me impide seguir corriendo. Me tomo el gel, esperando que haga milagros y un reset de mi cuerpo, pero no es así. Además, empiezo a pensar que se acerca el final de mi liebre, ya que habíamos acordado que me tiraría hasta el 30, pues aunque el ritmo es fácil para Xabi, él no ha entrenado volumen y podría lesionarse. Pero él sigue, me anima y me insiste en que no me despegue de él ni un metro. 

Llegamos a plaza España, kilómetro 33. Llevaba rato pensando en ese momento porque sabía que mi familia estaba ahí. Repartidos por toda la plaza, me animan. Mi madre preocupada me pregunta si estoy bien (la pobre ya ha sufrido lo suyo viéndonos correr), y mi hermana corre a mi lado completando media vuelta a la plaza. En ese momento, me emociono y se me acelera la respiración, pero respiro hondo y me concentro para volver a la calma porque la carrera continua. Salimos de plaza de España con un plus de energía.

Del kilómetro 30 al 36, diría que hizo viento, no muy exagerado, pero que si ibas sólo te podía penalizar bastante. Ya desde el 35, la fatiga muscular es mayor y siento que empiezo a correr “raro”. Ese parcial del 30 al 35 he perdido algunos segundo, pero Xabi sigue tirando de mí e insistiendo en que vamos perfectos.

Unos metros más adelante, empezamos a ver una camiseta verde del Goierri, en el 37 más o menos. Me dice Xabi que es JuanLu. Desde atrás se ve que está teniendo problemas por su forma de correr. Le cogemos y hace el esfuerzo de pegarse con nosotros para intentar ayudarnos. Xabi y JuanLu no paran de animarme para que no me separe ni un metro de ellos. Oigo a Xabi que tiene algún problema muscular, habla con JuanLu para ver si puede tirar él un poco y se queda atrás.

Estamos ya en el 38-39, parece que es el fin de la liebre, pero ya se ha preocupado de dejarme con otra persona para llegar hasta la meta. Me quedo con JuanLu, que me sigue animando efusivamente, pese a que debía estar sufriendo muchísimo (eres muy grande JuanLu!). Después he sabido que el pobre llego a tener fiebre. 

Y de repente, vuelve a aparecer Xabi a mi lado. No quería perderse el final de la fiesta, después de haber llegado hasta ahí. Llegamos al 40, y seguimos metiendo ritmos de 3’50”, pese a todos los dolores y penurias.

En esos últimos kilómetros, cierras los ojos, y, como suele decir Chema Martinez, no pienso y corro. Pues eso hice hasta el final, con cuidado de no tropezar con las vías del tranvía, pero mirando al frente buscando la alfombra azul y el arco de meta. Giramos la última curva del circuito y ahí están, en ese momento me acuerdo de la gente que me había dicho que en la recta de meta abriera bien los ojos y disfrutara del espectáculo y de lo conseguido. Eso quería hacer, pisar la alfombra azul y relajarme y disfrutar en esos escasos metros hasta meta. Sin embargo vi el crono del arco de meta que marcaba 2:40:39 y me quedaban unos 100 metros. Creedme que esprinté con las pocas fibras tipo 2 que tengo por intentar llegar en 2:40. Finalmente 2:41:04 oficial y 2:40:00 neto.


Llego a meta y me tiro al suelo. Creo que nunca lo había hecho en una carrera. Busco a Xabi y nos abrazamos, sin ser consciente todavía de lo que habíamos hecho. Seguimos andando felices hacía la salida, yo “andando” y Xabi cojeando. En el final de la recta ahí estaba mi Marti, mi mejor regalo, esperándome y tan emocionada como yo.

Han pasado ya tres días, todavía no puedo andar bien y el bajar escaleras es una odisea, pero la sonrisa de oreja a oreja no me la quitan. Dicen que la primera maratón es especial, y realmente lo es. Precisamente el día previo, el gran Oier Ariznabarreta me decía que la primera maratón es la de disfrutar, que ya vendrán otras para hacer marca. Yo he tenido la suerte de tener el debut perfecto, he disfrutado y encima ha salido una marca bonita. Todo acompañó: tiempo, sensaciones, piernas, cabeza...

Y a la vez soy consciente de que cuidé cada detalle para llegar en las mejores condiciones y valió la pena.

Ahora, muy satisfecha e inmersa en una gran resaca emocional, ya puedo decir que soy maratoniana. Me esperan días para recuperar y reflexionar sobre qué nuevo reto apuntar a mi lista.

Gracias a todos los partícipes de esta historia, que no sois pocos. El domingo, 19/02/2023 será un día que no olvidaré. GRACIAS / ESKERRIK ASKO!!!!

Bueno, aquí termina el relato de Elena, escrito, como dice ella, en plena resaca emocional. Recuerdo mi primera maratón (1990), que acabé casi a cuatro patas, lejos de mi objetivo y, a pesar de ello, cargado de emociones positivas y con ganas de repetir. Entiendo que Elena, que hizo un carrerón, siga en una nube de emociones. Por cierto, la semana siguiente yo bajaba las escaleras marcha atrás.

Termino, haciendo una observación a lo que nos ha contado Elena en la primera parte de su relato, cuando dice: '...con ese desequilibrio de facultades he ido sobreviviendo en el mundo del atletismo...'

A mi modo de ver, Elena he hecho mucho más que sobrevivir (que no es poco ¿eh?). Forma parte de lo mejor del atletismo gipuzkoano, que es casi lo mismo decir que del atletismo vasco. 

Y le quedan por escribir, sobre el asfalto, las mejores páginas. Al tiempo.


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