miércoles, 3 de agosto de 2016

Justo... o 'Jota'. 49 años.

Centro Galego de Tecnificación Deportiva,
a orillas del río Lérez
Se acercó al portero automático y miró por la pantalla. La visita no podía ser más inoportuna. Sin abrirle la puerta, a sabiendas de que seguiría insistiendo, bajó hasta el garaje, cogió la bici, subió la rampa, abrió el portón y se lo encontró de frente.

- Sabía que te pillaría aquí. ¿Vas a nadar?

- ¡Hola! Justo. ¿Cómo te va? Sí voy a nadar al río, aprovechando que hace muy buena tarde y así me salgo del coñazo de la piscina.

- Estás muy sexy con ese chándal, Iria. ¿De quién era, de tu abuela?

- Mira, Justo, no sé qué quieres, pero ahora mismo tengo otras prioridades. Mándame un mail de esos tuyos. Así te entretienes un rato. Y veré si puedo hacerte un hueco. No te prometo nada porque estamos a 20 de julio y el 1 de agosto salgo para Río.

- Sabes perfectamente lo que quiero, Iria. Y lo necesitas. Y no me llames Justo. Ya sabes que no me gusta. Todo el mundo me llama Jota y tú también me llamabas así hasta que…

- Hasta que me cansé de tus paranoias. Y, por cierto, para eso de Jota ya tienes una edad ¿no? ¿49?

- ¿Y qué importa la edad? Bien sabes tú que no es cuestión de cantidad, sino de calidad. Y cuando eches de menos esa calidad, volverás. Y lo sabes.

- ¿Estás seguro? Bueno, Justo, o Jota, el tiempo lo dirá. Tú me dijiste aquello de que en la carrera por la calidad no hay línea de meta. Y ¿quién sabe?. Igual hay alguien que está más cerca que tú de esa meta. De momento, me voy a nadar. Chiao!

Playa fluvial del río Lérez
Y sin darle opción de seguir la conversación, Iria se montó en la bici y recorrió el kilómetro escaso hasta el Centro Galego de Tecnificación Deportiva. Sabía que Justo iría hacia allí, a las pistas, y no podría evitar verle cuando saliera del agua. No pensaba hacer la transición agua-bici, esa tarde sólo tocaba nadar, concentrarse en la técnica y hacerse al nuevo neopreno; así que dejó la máquina a buen recaudo, salió corriendo, cruzó la calle sorteando el tráfico y dejando a su izquierda el espectacular Puente Dos Tirantes, llegó al pantalán y se tiró al agua, nadando hacia la playa urbana del río Lérez, donde giraría para completar una vuelta de 2,5 kms. que repetiría dos veces. Se sentía cómoda en el agua, en la bici era donde más sufría y corriendo era casi imbatible… salvo aquel maldito 4 de agosto de hacía cuatro años en Hyde Park.

Mientras nadaba, ahuyentó los malos pensamientos, se concentró en la técnica y desconectó, dejando que su subconsciente le llevara a su primer encuentro íntimo con Mario. Un polvo magnífico. Faltaban cuatro horas para el segundo.

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