sábado, 6 de agosto de 2016

Marta. 100 y 200 metros

Iria volvió al Centro Galego de Tecnificación Deportiva hora y medias después de salir, tras nadar cinco kilómetros por el río Lérez. Se sentía relajada y hambrienta. Fue directa-mente al vestuario, se quitó el neopreno, se duchó, se secó y se puso el viejo chándal, sin nada debajo. A continuación, sacó de su taquilla un par de kiwis, los peló y se los comió mientras se preparaba en un bidón ad hoc un brebaje con agua y unos polvos que preten-dían ser proteínas desgrasadas, vitaminas y sales minerales. Medio litro de un líquido turbio de color amarillo que se bebió de trago. Se había acostumbrado a esa alimentación y ya casi había dejado de añorar el bocata de tortilla, de un color bastante parecido, pero de un sabor y una consistencia que nada tenían que ver con aquello.

Sabía que Jota estaría pendiente de su bici y hacia allí se fue, andando por el exterior de la pista, donde apenas quedaba media docena de atletas, ya fuera de temporada. En seguida distinguió a Marta Monforte, una velocista que competiría ese fin de semana en el Campeonato de España que se celebraba en Gijón. Estaba haciendo salidas y su culo en pompa atrajo su mirada como un imán. Conocía bien ese culo esférico y casi perfecto, que había acariciado, azotado, lamido, pellizcado, amasado… en unas tórridas sesiones de sexo, que se iniciaron cuando eran casi unas niñas, y que se interrumpieron cuando Marta se enamoró perdidamente de ella. Iria sólo quería sexo y disfrutaba con él, como disfrutaba con otros hombres y con alguna mujer, a los que sólo pedía que tuvieran un físico atractivo, un comportamiento discreto, llevaran una vida sana, sin alcohol ni drogas de cualquier tipo, y tuvieran claro que el objetivo de ese contacto íntimo no era otro que dar placer y recibirlo. Sexo y sólo sexo.

Escuela Naval Militar de Marín
Marta, que había sido campeona de España de 100 y 200 metros en categoría junior, dejó el atletismo a los 20 años, se fue a estudiar a la Escuela de Infantería de Marina de Cartagena y hacía un par de años que había vuelto a casa de sus padres: un contraalmirante de la Marina y una profesora de educación física. Ahora tenía veintisiete, uno menos de Iria, estaba destinada en la Escuela Naval Militar de Marín, como su padre, y llevaba un año intentando volver a un nivel competitivo que difícilmente podría recuperar. Entrenaba con Jota, que la había introducido en su grupo, más que grupo, casi una secta. A diferencia de Iria, a ella sólo le gustaban las chicas, era bastante borde con los chicos, y siempre iba vestida con ropa de deporte o con el uniforme de la Marina.

Iria se acercó donde ella. Sabía que había hecho marca personal en 100 y 200 metros la semana pasada y que con esas marcas podía meterse en las finales del Campeonato de España. Lo de las medallas, era más complicado.

-   ¡Enhorabuena, Marta! ¿Cómo estás para el finde?

-   Sin más –Marta no era mujer de grandes palabras y menos con Iria- Estoy trabajando las salidas.

-    Que tengas mucha suerte en Gijón, guapa, te estaré animando por la tele –le dijo Iria, a la vez que le daba una palmadita en el culo y se iba en busca de la bici.

Thomas Schoenlebe
Hacia allí se acercó también Jota. Con el torso desnudo y unos pantalones blancos de la época de la DDR, que dejaban ver un cuerpo fibroso, sin un gramo de grasa, vigilaba atentamente las evoluciones de Marta, a la vez que hacía ejercicios de técnica de carrera. Con 49 años, acababa de ganar, una vez más, el Campeonato de España de Veteranos de 800 y 1500 metros en la categoría M45 y su gran objetivo eran los Campeonatos del Mundo de Pista Cubierta de Daegu en marzo de 2017. Tendría 50 años y esperaba poder colgarse la medalla de oro en alguna de las dos pruebas.

-   ¿Cómo ha ido la natación, Iria?

-    Bien, muy bien, he salido como nueva. Ahora me voy a casa, cenaré y a las 23:00 me meteré en la cama, que mañana me toca bici y correr.

-    ¿Cenamos juntos?

-     No, gracias, Jota, ya sabes que me gusta cenar sola.

-    ¿Y después? Te conozco. Hasta las once hay mucho tiempo. He visto cómo mirabas a Marta y sé que te mueres por echar un buen polvo. Déjala tranquila ¿vale?

-    ¡¡¡¡Jajajaja!!!! Sí que sería divertido jugar un rato con Marta. Cada día está más buena. Y lo del uniforme me pone, pero lo nuestro acabó hace tiempo. Ya sabes, no doy exclusivas. Chiao! Guapo.

Jota la siguió con la mirada y atisbó un rayo de esperanza. Desde el mismo estadio, en su tablet, le escribió un mail.


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