No me ha gustado la final de los 800 metros hombres, una de las más esperadas por mí. A mi modo de ver, ha sido una final impropia de unos Juegos Olímpicos. Nueve atletas en liza, de los que 6 tienen marcas acreditadas por debajo de 1:44 y 5 de ellos han corrido por debajo de ese tiempo esta temporada.
Tras pasar por los 200 metros en 24.9, un ritmo aceptable, por los 400 se han ido hasta 53.76. A ese ritmo, la carrera se convierte en una ruleta rusa. Y el que mejor ha jugado ha sido el keniata Emmanuel Kipkurui Korir, corriendo siempre por la cuerda, por detrás del australiano Bol, le ha pasado a falta de 150 metros, se ha puesto en cabeza y nadie ha sido capaz de superarle. Su tiempo: 1:45.06. El intento postrero del también keniata Ferguson Cheruiyot Rotich, sorteando rivales en los últimos 50 metros, sólo le ha servido para ser segundo, con 1:45.23, cuando, tanto en series como en semifinales había parecido el más fuerte.
Tercero ha sido el polaco Patryk Dobek (1:45.39), un atleta que se desenvuelve como pez en el agua en estas circunstancias.
El australiano Peter Bol (1:45.92), que ha conducido la carrera hasta el ataque de Korir, ha mantenido el tipo y ha sido cuarto.
Adrián Ben, en un gran final, ha sido quinto (1:45.96), por delante de Amel Tuka (1:45.98), Gabriel Tual (1:46.03) y un desconocido Nijel Amos (1:46.41), que este año ha corrido en 1:42.91 y de Clayton Murphy, un atleta de 1:42, que este año ha corrido en 1:43.17.
Incomprensible que atletas de este nivel tengan este comportamiento.
El ganador, Korir, un atleta de 26 años, no tenía hasta hoy ninguna medalla ni en Juegos Olímpicos, ni en Campeonatos del Mundo. Eso sí, tiene 44.21 en 400 metros y quizá ahí esté la explicación de su victoria de hoy.
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