sábado, 6 de marzo de 2021

Jakob Ingebrigtsen justo vencedor de la final de 1.500 metros

¿Hay alguien que pueda defender son fundamento que Jakob Ingebrigtsen -que corrió en cabeza los últimos 1.200 metros de la final de 1.500 del Campeonato de Europa de Pista Cubierta de Torun (Polonia), favoreciendo así una carrera limpia y sin incidentes- saliera beneficiado por pisar el interior de la pista durante la primera vuelta, tras chocar con el polaco Michal Rozmys?

Viendo la foto y el lugar donde se produjo, plagado de conos, parece evidente que, más que beneficiado, se vio perjudicado por esa maniobra. 

Afortunadamente, tras la descalificación, en base a la famosa Regla 17.3.2, que tan alegremente se aplica en las competiciones de Pista Cubierta, llegó la rectificación y la medalla de oro -ganada con total merecimiento y autoridad, en una carrera limpia como pocas- volvió a colgar del cuello del joven mediofondista noruego, que no es la primera vez que pasa por esta trance.

Algo parecido le sucedió en el Mundial de Doha 2019, en las series clasificatorias de los 5.000 metros, con el mismo desenlace.

Un atleta de su nivel, ya veterano, pese a su juventud, debería cuidar más estos detalles, evitando situaciones que pueden poner en riesgo sus indiscutibles logros deportivos. Más aún en una carrera en la que, como se vio, era netamente superior a todos sus rivales.

También debería hacérselo mirar la European Athletics, organizadora del Campeonato. A mi modo de ver, 13 atletas en una final de 1.500 metros en Pista Cubierta son demasiados. Creo que el límite razonable, para minimizar situaciones como la vivida ayer, estaría en 10. 

Y creo también que, antes de anunciar una descalificación, habría que analizar bien lo sucedido. Entiendo que el juez que denunció la irregularidad actuó correctamente, pero debe haber una autoridad superior que analice el contexto y el desarrollo de la carrera para tomar la decisión oportuna. Porque si no, corremos el riesgo de acercarnos al perverso mundo del fútbol y sus absurdas polémicas, sus dimes y diretes, sus trampas, sus engaños, sus simulaciones y sus trucos.

Durante 13 años fui árbitro de fútbol y, en alguna ocasión, estoy seguro de que me apoyé en la Regla, en la Norma, para tomar una decisión que no se compadecía con la Razón y con la Cordura. Aprendí con el tiempo que esa no era una forma correcta de proceder y traté de tomar mis decisiones en base a la Razón, a la cordura, antes que en base a la Regla, la norma.

El atletismo es un deporte extraordinario, espectacular, variado, estético, limpio... que se encuentra en una encrucijada, obligado a renovarse, evolucionar y hasta a reinventarse para competir con otros que se le han adelantado, empezando por el omnipresente fútbol. Situaciones y decisiones como las tomadas ayer están, a mi modo de ver, en las antípodas de lo que debe hacerse. Antes de descalificar a un atleta, hay que analizar bien lo sucedido y evitar absurdas e innecesarias polémicas.

Jakob Ingrebrigtsen fue un justo vencedor. Ayer, afortunadamente, la razón triunfó sobre la regla.

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