
La primera entrega, The Young Pope, con un elenco de lujo, en el que destacan Jude Law y Diane Keaton, arranca con el nombramiento de un nuevo Papa, Pío XIII, el más joven de la historia. El arzobispo de New York, Lenny Bolardo, gana la batalla a su mentor, Michael Spencer, gracias a los manejos de un personaje extraordinario, el cardenal Angelo Voiello, Secretario de Estado del Vaticano, fantásticamente interpretado por un sublime Silvio Orlando.
El que parecía un Papa dócil y manipulable, se revela caprichoso, radical, vengativo y conservador; un Papa que esconde su imagen y que inicia una revolución en el corazón de la Iglesia Católica.
Es una serie marca de la casa, en la que se nota el sello de Sorrentino en cualquiera de sus extraordinarios planos, con una estética apabullante y unos personajes carismáticos, entre los que, además de los citados, destacan el atormentado cardenal Gutiérrez, interpretado por Javier Cámara, y la responsable de marketing y comunicación, Sofía, interpretada por Cecile De France.
No desvelaré el final de la primera entrega, que deriva en la necesidad de elegir un nuevo Papa. Tras los manejos del Secretario de Estado, Voiello, resulta elegido un aristócrata inglés, encantador y sofisticado, Sir John Brannox, interpretado por Jhon Malkovich, el Papa Juan Pablo III.

A mi modo de ver, mientras la primera entrega, The Young Pope, se va desinflando a medida que avanza la serie, la segunda, The New Pope, va creciendo hasta alcanzar el clímax en un final sorprendente y bellísimo, no tanto por aquello de un final feliz, como por lo bien que encajan todas las piezas del rompecabezas, con una estética fascinante.
No es una serie para grandes audiencias, pero sí es una serie para paladares que saben apreciar La grande bellezza.
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