miércoles, 25 de marzo de 2020

La estupidez crece con el confinamiento

'La estupidez es más difícil de derrotar que la delincuencia'  Con esta frase ha cerrado Iñaki Gabilondo el speech que todas las mañanas hace en la Cadena Ser a eso de las 8:30, de lunes a jueves, y que todos podemos ver y escuchar por YouTube.

¡Cuánta razón! 

Hoy he salido por primera vez a la calle, desde las 8:15 del pasado domingo, para hacer la compra de la semana en el Eroski de Easo. Para no coger el coche, he subido por San Bartolomé y he bajado por la calle Lizarra, provisto de dos mochilas en las que traer esa compra.

Abren a las 9:00 y me he puesto en la cola un minuto antes. Habría una docena larga de personas y ya sabía que tienen preferencia los mayores de 65 años (tengo 64), las mujeres embarazadas, quienes tengan alguna minusvalía, los sanitarios... Una señora que se ha puesto detrás, que no aparentaba ninguna de esas circunstancias, se ha encargado de recordármelo. Sin previo aviso ni saludo, me ha espetado: 'Los mayores de 65 pasamos antes, que lo sepas.'

Mientras el personal del Eroski organizaba la cola y nos daba los guantes de plástico, me he fijado en las caras, en las expresiones y, en la medida de lo posible, en los comportamientos de las personas que me acompañaban en la espera. Rostros serios, caras largas, miradas inquisitivas... MIEDO con mayúsculas. 

Ya dentro del supermercado, he hecho la compra de la forma más rápida y diligente que he sido capaz y me he dirigido a una Caja libre, en la que he tenido la percepción de ser tratado como un apestado. La cajera, con un tono de voz que -siempre desde mi percepción- denotaba enfado, sin corresponder al egun on con el que le he saludado, me ha indicado que me coloque en el extremo de la cinta y que vaya dejando allí los productos. Una vez que todos han pasado por el lector, me he demorado en colocarlos en las dos mochilas que llevaba, no sin antes pagar con la tarjeta. He terminado la maniobra, bajo la mirada inquisitiva de la citada cajera, sin que ella corresponda al 'que tenga un buen día' con el que me he despedido. 

Soy consciente de la chusma que tendrá que aguantar esa buena mujer a lo largo de una jornada que no había hecho más que empezar... y que puede acabar vaya usted a saber cómo, mientras pienso en la sonrisa con la que me han atendido en la pescadería. 

Y mientras observo las compras de muchos de los clientes, que muy probablemente vuelvan mañana, o incluso esta tarde, a por algún capricho puntual. 

De vuelta a casa, vuelvo a percibir desconfianza, recelo, sospecha, temor y levanto la vista a los balcones desde los que probos ciudadanos y ciudadanas ves pasar la vida de los otros. Si lo tenéis a mano, os recomiendo la lectura del artículo que publicó ayer Alberto Moyano en El Diario Vasco. Está en la página 17 y se titula: 'Cada balcón, un Vietnam'.

Yo seguiré leyendo, haciendo todo el ejercicio físico que se puede hacer en un piso, ocupándome de la limpieza... Yo que soy un fan de la radio, la mantengo apagada, salvo a primera hora de la mañana, al mediodía y por la noche, para estar al día de las noticias. Quizá un día de estos empiece con una serie. 

Sigo sin poner la televisión, porque me aterra seguir viendo a los militares en las ruedas de prensa y porque, como dijo Albert Camus: 'La estupidez insiste siempre.' 

No hay comentarios:

Publicar un comentario