El miedo, siempre el miedo, la incompetencia, la deslealtad, la insidia, la manipulación, la indisciplina, la conspiración… son comportamientos que van apareciendo en El motín del Caine, película de 1954, basada en la novela ganadora del Premio Pulitzer de 1952, protagonizada por Humphey Bogart. Fue candidata a 7 premios Óscar, entre ellos, mejor película y mejor actor.
Como curiosidad, el actor Michael Caine (Maurice Joseph Micklewhite), nacido en 1933, tomó su nombre artístico de esta película
La vi por primera vez, a mediados de los años 80, en un curso que nos daban en la Caja de Ahorros Municipal a quienes nos hacíamos cargo de la dirección de una sucursal, en mi caso, la sucursal de Lezo. Impartía el curso Pablo Carreño, al que puede que recuerden las personas de mi generación y alguna anterior, como contertulio de La clave, aquel programa que ponían, creo que los sábados por la noche, en la 2, dirigido por José Luis Balbín. Se proyectaba una película, tras la que, en una atmósfera cargada por el humo del tabaco, se abría un debate absolutamente libre. Lástima que ya no se hagan ese tipo de programas.
En aquel curso la película se utilizaba para hablar de conceptos como liderazgo, poder, autoridad, equipo, lealtad, diversidad… tan presentes en el trabajo… y tan ausentes en esa película. A veces, es más fácil aprender de lo que se hace mal que de lo que se hace bien.
Posteriormente, en positivo, en cursos parecidos, ha visto que se recurría a Master and comander, que también transcurre a borde de un barco, protagonizada por Rusell Crowe.
Estos días de estado de alarma/excepción, en los que vivimos confinados en nuestras casas por la decisión del Gobierno de España, he recomendado la visión de esa película a varios amigos. No sé el caso que me habrán hecho.
Yo la volví a ver, por cuarta o quinta vez, ayer anoche. La alquilé aquí y me costó 1,99 €, que doy por muy bien pagados.
A mi modo de ver, se puede trazar un paralelismo entre el viejo dragaminas Caine, de la marina USA, con el viejo estado español y la falta de liderazgo que, como el Caine, viene padeciendo los últimos años.
La película nos presenta a unos hombres y un par de mujeres, descarnadamente humanos, con todas sus miserias y sin apenas un asomo de grandeza moral, exceptuando, tal vez, al abogado (José Ferrer) que defiende a los amotinados.
Esperemos que este estado de alarma no acabe en un motín.
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