El sábado, charlando por whatsapp con mi hijo Iñigo, me enteré de que la Real Sociedad había decidido reanudar los entrenamientos en Zubieta esta misma semana. Mi valoración fue positiva, por cuanto, desde la implantación del estado de alarma por el Gobierno de España, no he entendido que los deportistas profesionales se tuvieran que someter a esas medidas.
Tampoco entendía las quejas del presidente del Comité Olímpico de España, Alejandro Blanco, cuando, antes de que se produjera el aplazamiento de los Juegos Olímpicos de Tokyo 2020, lo reclamaba argumentando que los deportistas españoles estaban en inferioridad de condiciones porque no podían entrenar. A mi modo de ver, Alejandro Blanco estaba faltando a la verdad. No es que no pudieran entrenar, es que no les dejaban entrenar.
Yo lo explicaba con un ejemplo muy sencillo, aplicado a la natación. Puedo entender que cierren las piscinas de Anoeta o Etxadi, que tienen la desgracia de padecerme casi a diario desde octubre de 2018, porque allí nos juntamos centenares y hasta miles de personas de todo origen y condición, pero no he encontrado ninguna razón que justifique que, por ejemplo, Mireia Belmonte no pueda entrenar en una piscina reservada a los nadadores de élite.
En su artículo de ayer en El Diario Vasco (página 43) Antxon Blanco explica muy bien su disconformidad -y la mía- con la decisión adoptada por el Consejo Superior de Deportes impidiendo que los futbolistas de la Real Sociedad puedan entrenar individuamente en Zubieta, por lo que no añadiré nada más.
En Alemania, desde hace un par de semanas, los futbolistas han vuelto a los entrenamientos, que por lo que he leído en la prensa, hacen en grupos de cuatro. No sé lo que están haciendo otros deportistas profesionales, pero apostaría a que no han interrumpido su actividad hasta el punto de estar encerrados en sus casas. También aquí hay enormes diferencias entre España y Alemania.
En fin, que más allá de la ineptitud, la inflexibilidad, la disciplina castrense y un más que discutible 'ejemplo', que puede esconder algo tan humano y tan español como la envidia, sigo sin entender nada.
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