Seguro que nos suena la escena. Pudo suceder cuando éramos estudiantes y apuesto a que sigue pasando cada día en muchas empresas, en muchos hogares y en muchos entonos donde hay alguien que ejerce algún tipo de autoridad sobre otras personas.
El comportamiento de alguna de esas personas resulta inapropiado, o se lo parece a quien tiene el poder, y, en vez de hablar con esa persona para entender, primero, y corregir, en su caso, después, ese comportamiento, se convoca a todo el equipo, se hace mención al comportamiento observado y se amenaza con sanciones a quien reincida en esos comportamientos. El resultado más evidente es la desmotivación del equipo y la pérdida de autoridad -no necesariamente de poder- del líder, que se esconde en el grupo para no enfrentarse de cara al problema.
Algo de eso nos está pasando con el estado de alarma decretado por el Gobierno de España y con su aplicación práctica en la vida de los ciudadanos.
Decía Aitor Esteban en la entrevista que se publica hoy en El Diario Vasco que 'Sánchez ha pecado de inflexible al aplicar las medidas'.
La flexibilidad es una de las competencias genéricas que se consideran en las empresas a la hora de seleccionar y promocionar a las personas.
Según Hay/McBer, podemos definir flexibilidad como la capacidad de adaptarse y trabajar eficientemente en distintas situaciones y con personas o grupos diversos. Supone entender y apreciar perspectivas o puntos de vista opuestos, adaptando la propia postura a medida que la situación lo requiere; y cambiando o aceptando fácilmente los cambios en la propia organización...
Esa competencia tiene cuatro niveles que van del más básico: acepta la necesidad de ser flexible, al más elevado: adapta su estrategia, pasando por aplica las normas con flexibilidad y adapta las tácticas.
A mi modo de ver, a la vista del comportamiento del Presidente de Gobierno, parece claro que Aitor Esteban está cargado de razón.
Kepa Aulestia en el DV de ayer, terminaba así su columna: '... incluso en estado de alarma, la Constitución nos da derecho a pedir a los gobernantes que no nos mitineen. Basta con que nos digan lo que tenemos que hacer.
Y Lluis Bassets acaba así su columna de hoy El País: 'No sufren y mueren tan solo las personas. También la vida en libertad está en peligro.'
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