Sí, sonría por favor, aunque le sobren los motivos para dar rienda suelta a su cabreo y acabar con esta empalagosa tarta de buenismo, cada día más asquerosa y cada día más intragable.
Quizá sólo nos quede la sonrisa y autoengañarnos, como Guido engaña a su hijo Giorgio en La vida es bella.
He empezado a escribir este post al mediodía, tras escuchar en la radio el origen y el desarrollo de aquella campaña, iniciada en Donostia el verano de 1964, con un claim tan potente como el del título, cuyo logo seguro que recuerdan los de mi generación y sus padres, si es que siguen con vida.
Tras la nueva comparecencia del Presidente del Gobierno, que, como a ti, Javier, me ha apestado a mítin y a otra chusca ración de buenismo, con el que intenta encubrir su incapacidad, atreviéndose incluso a tutearnos, he estado cerca de cambiar de idea, pero todos necesitamos una tregua.
Nos esperan dos semanas más de confinamiento, en las que, algunos, rabiaremos por no estar tomando el sol en las playas de Cádiz, como teníamos programado desde enero, o por no poder salir a correr de madrugada; y otros muchos llorarán de impotencia porque se han quedado sin trabajo, sin ingresos, y tal vez sin un futuro digno, al menos a corto y medio plazo.
No sé cómo podemos revertir esta dinámica derrotista, pero sé que no lo haremos si nos conformamos con lo que hay y renunciamos a mejorar nuestra vida.
Estoy cada día más convencido de que debemos cambiar y evolucionar hacia una vida más digna y menos servil.
Sé que de nada sirve quejarse si no somos capaces de buscar alternativas y de echarle imaginación e ingenio.
A mi modo de ver, es evidente que si no pasamos a la acción seguiremos parados, sumisos y acríticamente confinados.
Creo firmemente que la culpa de lo que nos está pasando no la tienen los otros, la tenemos nosotros, que debemos ser responsables de nuestras acciones, entre las que está el haber votado a quienes hemos votado.
Tengo la certeza de que no saldremos de ésta siendo espectadores desde nuestros balcones y que sólo lo haremos cuando seamos protagonistas, sin dejar que nos lleven donde nos quieren tener sometidos, para lo que es imprescindible que tomemos el mando de nuestras vidas, porque nos han inoculado tal miedo a morir que hemos dejado de vivir.
Podemos empezar con una sonrisa, dirigida a todos aquellos que la merecen o la necesitan.
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