Vuelve por aquí Imanol González Gete, a quien había pedido, hace un mes, que nos contara en fantástico 3.000 que tuve la oportunidad de ver el pasado 7 de marzo y contarlo aquí el 11.
Luego vino el estado de alarma decretado por el Gobierno de España y aquel relato ha terminado en lo que sigue. Y lo que sigue, para mí, es la opinión autorizada de alguien que por su trabajo tiene un observatorio privilegiado de la situación en nuestras calles.
Hace un mes, me comprometí con Gabriel, a hablar de un tres mil que se organizó a las puertas de este apartheid, al que nos hemos visto abocados. Tan lejano, como carente de importancia para la mayoría de la gente.
El desconocimiento y, reconozco en mi caso, la despreocupación, hacían que ni en mis sueños más bizarros, pudiera imaginar este escenario tan triste, como surrealista en el que nos encontramos.
Pero bueno, como diría Paco Umbral, yo he venido a hablar de mi libro. Y no es que tenga un libro, pero tengo tiempo. Y tener tiempo me lleva peligrosamente a ponerme delante del portátil.
En lo meramente deportivo, tuve la suerte de pasar en el momento oportuno, por el lugar adecuado y poco más. Lo que me llevó a una mejor marca personal, que a pocos más que yo importará. De todos modos, dar las gracias a Joseba Larzabal y felicitar tanto a Asier Fernández, como a Xabi Lukin, es algo que no quiero dejar pasar, ya que, aunque fuera en la intimidad del velódromo y en una carrera a la carta, se dieron todos los factores necesarios para simplemente correr.
De ahí en adelante, los acontecimientos se aceleraron día a día, hasta vernos inmiscuidos en esta vorágine de desinformación, coacción de las libertades y apalurdamiento generalizado.
En esta crisis, diferencio dos aspectos, uno el político, del que no me gusta exponer públicamente mis ideas, ya que no me identifico con ningún partido en concreto, y por otro el social.
Hay que partir de la base, de que el lema de esta campaña: Quédate en casa, me parece, con perdón de la expresión y aun a riesgo de que me tachen de lo que sea, una gilipollez.
No sé, a lo mejor, igual, quizá, debería haber sido “No te contagies y no contagies” y al hilo de ello, consejos, mucha información y hacer un esfuerzo económico en testear a la población o al menos a los trabajadores de mayor riesgo (sanitarios, trabajadores de supermercados….). Esta información, además, debería haber sido más clara.
El hecho es que se ha hecho creer a la gente que estar en casa es lo importante. No, lo importante es evitar la propagación. Una vez más, se opta por tratar a la población como un rebaño temeroso: a casa o te mueres y si sales encima te multo, llegándose a un escenario dominado por la política del miedo.
Pese a eso y con una más que presumible crisis a la vuelta de la esquina, la incompetencia de una oposición más preocupada en banderitas, hacerse fotos ridículas y ser mucho español, ha hecho, que una vez más el tuerto en el país de los ciegos sea el rey. Por lo tanto, presumo que el gobierno por mal o poco bien que lo haga, va a salir reforzado de esta, entre otras cosas gracias a que cuando sus contrincantes hablan, simplemente sube el pan.
Centrándonos en el aspecto social, evidentemente hay de todo. Pero la historia está ahí para el que la quiera leer o ver y ésta no hace otra cosa que repetirse. Cuanto peor lo pasa o más se le aprieta a la población, más se polariza esta. Una parte de ella tenderá a la solidaridad y otra al egoísmo. Un ejemplo o experimento claro son los balcones. Mientras hay gente que los utiliza para mandar un mensaje de positividad, adornándolos con sus hijos o simplemente relacionarse con los vecinos, como se hacía antes (todo vuelve, incluso los pantalones de campana), otros parecen francotiradores en el asedio de Sarajevo.
Pero vamos a dar una vuelta de tuerca al asunto. No olvidemos que estamos en casa básicamente por miedo, miedo es lo que se le ha vendido, miedo al miedo. Miedo a morirte (no conozco a nadie que no se vaya a morir) y miedo a una multa. No se ha hecho una campaña de interiorización y comprensión de la información. Por lo tanto, cuando la gente olvide o supere (más lo primero que lo segundo, así somos) el miedo ¿qué le quedará al estado para mantener a un rebaño que ya no es tan temeroso en sus domicilios?
Simplemente espero, que no nos tengamos que acordar de la cita de Gustavo Adolfo Bécquer, “volverán las oscuras golondrinas”.
Para acabar, soy de los que cree que de los momentos duros se saca mucho, en definitiva, se crece y se aprende de las grandes derrotas. Y como defendía Ernest Shackleton, resistir es vencer y hay que ser condenadamente optimista.
A Occidente le hacía falta un sustito para que pusiera los pies en la tierra y dejar de creernos un Olimpo de los dioses griego de Aliexpres.
Luego vino el estado de alarma decretado por el Gobierno de España y aquel relato ha terminado en lo que sigue. Y lo que sigue, para mí, es la opinión autorizada de alguien que por su trabajo tiene un observatorio privilegiado de la situación en nuestras calles.
Hace un mes, me comprometí con Gabriel, a hablar de un tres mil que se organizó a las puertas de este apartheid, al que nos hemos visto abocados. Tan lejano, como carente de importancia para la mayoría de la gente.
El desconocimiento y, reconozco en mi caso, la despreocupación, hacían que ni en mis sueños más bizarros, pudiera imaginar este escenario tan triste, como surrealista en el que nos encontramos.
Pero bueno, como diría Paco Umbral, yo he venido a hablar de mi libro. Y no es que tenga un libro, pero tengo tiempo. Y tener tiempo me lleva peligrosamente a ponerme delante del portátil.
En lo meramente deportivo, tuve la suerte de pasar en el momento oportuno, por el lugar adecuado y poco más. Lo que me llevó a una mejor marca personal, que a pocos más que yo importará. De todos modos, dar las gracias a Joseba Larzabal y felicitar tanto a Asier Fernández, como a Xabi Lukin, es algo que no quiero dejar pasar, ya que, aunque fuera en la intimidad del velódromo y en una carrera a la carta, se dieron todos los factores necesarios para simplemente correr.
De ahí en adelante, los acontecimientos se aceleraron día a día, hasta vernos inmiscuidos en esta vorágine de desinformación, coacción de las libertades y apalurdamiento generalizado.
En esta crisis, diferencio dos aspectos, uno el político, del que no me gusta exponer públicamente mis ideas, ya que no me identifico con ningún partido en concreto, y por otro el social.
Hay que partir de la base, de que el lema de esta campaña: Quédate en casa, me parece, con perdón de la expresión y aun a riesgo de que me tachen de lo que sea, una gilipollez.
No sé, a lo mejor, igual, quizá, debería haber sido “No te contagies y no contagies” y al hilo de ello, consejos, mucha información y hacer un esfuerzo económico en testear a la población o al menos a los trabajadores de mayor riesgo (sanitarios, trabajadores de supermercados….). Esta información, además, debería haber sido más clara.
El hecho es que se ha hecho creer a la gente que estar en casa es lo importante. No, lo importante es evitar la propagación. Una vez más, se opta por tratar a la población como un rebaño temeroso: a casa o te mueres y si sales encima te multo, llegándose a un escenario dominado por la política del miedo.
Pese a eso y con una más que presumible crisis a la vuelta de la esquina, la incompetencia de una oposición más preocupada en banderitas, hacerse fotos ridículas y ser mucho español, ha hecho, que una vez más el tuerto en el país de los ciegos sea el rey. Por lo tanto, presumo que el gobierno por mal o poco bien que lo haga, va a salir reforzado de esta, entre otras cosas gracias a que cuando sus contrincantes hablan, simplemente sube el pan.
Centrándonos en el aspecto social, evidentemente hay de todo. Pero la historia está ahí para el que la quiera leer o ver y ésta no hace otra cosa que repetirse. Cuanto peor lo pasa o más se le aprieta a la población, más se polariza esta. Una parte de ella tenderá a la solidaridad y otra al egoísmo. Un ejemplo o experimento claro son los balcones. Mientras hay gente que los utiliza para mandar un mensaje de positividad, adornándolos con sus hijos o simplemente relacionarse con los vecinos, como se hacía antes (todo vuelve, incluso los pantalones de campana), otros parecen francotiradores en el asedio de Sarajevo.
Pero vamos a dar una vuelta de tuerca al asunto. No olvidemos que estamos en casa básicamente por miedo, miedo es lo que se le ha vendido, miedo al miedo. Miedo a morirte (no conozco a nadie que no se vaya a morir) y miedo a una multa. No se ha hecho una campaña de interiorización y comprensión de la información. Por lo tanto, cuando la gente olvide o supere (más lo primero que lo segundo, así somos) el miedo ¿qué le quedará al estado para mantener a un rebaño que ya no es tan temeroso en sus domicilios?
Simplemente espero, que no nos tengamos que acordar de la cita de Gustavo Adolfo Bécquer, “volverán las oscuras golondrinas”.
Para acabar, soy de los que cree que de los momentos duros se saca mucho, en definitiva, se crece y se aprende de las grandes derrotas. Y como defendía Ernest Shackleton, resistir es vencer y hay que ser condenadamente optimista.
A Occidente le hacía falta un sustito para que pusiera los pies en la tierra y dejar de creernos un Olimpo de los dioses griego de Aliexpres.
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