Salió de la ducha, se secó bien y se puso una camiseta negra de tiras, que le llegaba hasta la mitad del muslo y se fue a la cocina, donde se encontró con Asier, que estaba hablando por teléfono. Miró el reloj de la pared, que marcaba las 6:34, y metió un tazón de leche de avena en el microondas. Mientras se calentaba, limpió su teléfono móvil con alcohol y consultó el whatsapp, en el que no encontró nada de interés.
Dos minutos y medio después, sacó el tazón del microondas, le echó una cucharada sopera de Ricoré y le dio cien vueltas, mientras observaba a Asier, que ya había colgado el teléfono y le ofrecía un paquete de galletas de avena. Había es sus ojos una expresión de asombro y sorpresa, como si acabara de descubrir algo. Y no tardó en soltarlo.
- ¡Joder! ayer Iker y yo estuvimos viendo Sexo, mentiras y cintas de vídeo ¿te suena? -Inés negó con la cabeza, mientras sorbía la leche- Te veo igualita a Andie MacDowell, la prota de la peli: los mismos pelos, las mismas facciones, la misma camiseta...
- ¿Andie MacDowell? ¿La pija de Cuatro bodas y un funeral? ¡Anda, no me jodas!
- La misma, sí, pero con algunos años menos y mucho menos sofisticada. La tienes que ver.
- Para pelis estoy yo. Menuda noche me han dado en el hospital. Me voy a la cama. ¡Ah! y no hagáis mucho ruido con la bici... ni con lo demás. ¿A quién le toca hacer la comida?
- Perdona, Inés, es que flipo con el parecido ¿Cómo van las cosas por arriba?
- Mal, bastante mal, nos falta material, estamos cayendo como moscas y los pacientes que entran están acojonados. Está siendo muy duro y yo también tengo miedo de contagiarme... y de contagiaros a vosotros. Tenemos que hacer una buena limpieza. En condiciones normales, yo puedo ser la más desordenada de los cuatro, pero debemos tener mucho cuidado con... Por cierto, hoy entraré a trabajar a las diez de la noche ¿a qué hora puedo usar el rodillo? Prefiero por la tarde. ¡Ah! y cada vez que lo usemos, tenemos que pasarle un trapo con alcohol. El domingo fui detrás de Rubén y estaba lleno de sudor.
- Ahora que hablas de Rubén, se fue ayer por la tarde. Ya sabes que le habían echado del curro y se ha vuelto a Tudela, sin idea de volver. Tenía pagado el trimestre. Ya se lo ha dicho a los caseros. ¿Conoces a alguien que pudiera estar interesado en alquilar su habitación? Antes de que nos metan un desconocido... ¡Ah! y la comida me toca a mí. Lentejas ¿Te mola?
- ¿Se ha ido Rubén? Pues nos hemos quedado sin Netflix.
- ¡Ostras! No me había dado cuenta. Vete tranquila a la cama. Esta mañana, en cuanto tenga un rato, me doy de alta, que estoy viendo La casa de papel y está guay.
- ¿Se ha ido Rubén? Pues nos hemos quedado sin Netflix.
- ¡Ostras! No me había dado cuenta. Vete tranquila a la cama. Esta mañana, en cuanto tenga un rato, me doy de alta, que estoy viendo La casa de papel y está guay.
Asier, además de ser un chico muy guapo y simpático, uno de esos tímidos encantadores, era un gran cocinero. Hacía unas lentejas de concurso. Se había puesto las gafas, que le daban un aire intelectual. Muy madrugador, se levantaba todos los días a las cinco. Antes del confinamiento, salía a correr o nadar, desayunaba y se iba a clase, siempre en bici. Ingeniero de formación, era profesor de matemáticas en el Instituto Zubiri-Manteo.
Desde hacía dos semanas, se había montado un gimnasio en el salón, con algunas pesas, una rueda, una barra de halterofilia... Aprovechando unas banquetas de madera, hacía a diario un circuito, en el que empleaba casi hora y media. Vestía un pantalón corto negro de Decathlon y una camiseta gris, en la que se veía y se olía el resultado de ese ejercicio.
Se levantó de la silla y, en vez de ir a la ducha, se cambió de ropa. Se puso la de la víspera, que iba a echar a lavar: un slip, una camiseta, unos calcetines blancos, un vaquero gris, una sudadera roja, unas New Balance azules con el logo gris y una gorra azul marino. Calculó que Bahir tendría una talla menos que él y metió en una mochila los vaqueros más prietos que tenía, una camiseta y una sudadera.
Desde hacía dos semanas, se había montado un gimnasio en el salón, con algunas pesas, una rueda, una barra de halterofilia... Aprovechando unas banquetas de madera, hacía a diario un circuito, en el que empleaba casi hora y media. Vestía un pantalón corto negro de Decathlon y una camiseta gris, en la que se veía y se olía el resultado de ese ejercicio.
Se levantó de la silla y, en vez de ir a la ducha, se cambió de ropa. Se puso la de la víspera, que iba a echar a lavar: un slip, una camiseta, unos calcetines blancos, un vaquero gris, una sudadera roja, unas New Balance azules con el logo gris y una gorra azul marino. Calculó que Bahir tendría una talla menos que él y metió en una mochila los vaqueros más prietos que tenía, una camiseta y una sudadera.
- Bueno, Andie, digo, Inés, tengo que salir a buscar a un alumno en apuros. Nos vemos en la comida y felices sueños.
Le guiñó un ojo, cargó con la bici escaleras abajo y fue a buscar al chaval.
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