En eldiario.es, el periodista Octavio Salazar publica un artículo que titula Los hombres blancos cabreados asaltan el Capitolio. La lectura de ese artículo abre un debate sobre las causas por las que un individuo como Trump, con un comportamiento zafio, machista y racista, no sólo ha gobernado los Estados Unidos durante los últimos cuatro años, sino que ha obtenido 72.654.155 votos, casi diez millones más que los que le dieron la presidencia en 2016.
A la vista de las imágenes difundidas por los medios, a los asaltantes del Capitolio, hombres blancos en su inmensa mayoría, también podríamos tildarlos de zafios, machistas y racistas.
A lo largo de la historia, la sociedad occidental ha estado dominada, controlada y hasta avasallada por los hombres blancos cuyo poder empieza a ponerse en cuestión por dos fenómenos principales: el feminismo, o por decirlo mejor, la irrupción de la mujer en tareas, responsabilidades y terrenos que le estaban vedados, y la progresiva y creciente penetración de minorías étnicas, que por la inmigración y la natalidad tendrán un peso cada vez mayor en esa sociedad occidental, cuyo buque insignia son los Estados Unidos de América.
El auge de los movimientos ultranacionalistas en Europa, con fenómenos, por citar los más próximos, como el del Frente Nacional en Francia o Vox en España, responden a esa misma lógica, igual de zafia, machista y racista. Y por lo que nos dicen las encuestas, no dejan de crecer.
Pero esos comportamientos no son exclusivos de la extrema derecha, los podemos encontrar en todo el espectro político y social. Quienes somos hombre blancos lo podemos observar cada día entre algunos de nuestros interlocutores.
Estoy leyendo Línea de fuego, la última novela de Arturo Pérez Reverte, ambientada en la Guerra Civil Española. En un diálogo de una miliciana republicana, una profesional cualificada, con el capitán de la compañía, éste le dice: 'En eso, algunos de nuestros líderes políticos coinciden con los fascistas.' A lo que ella contesta: 'Sí, máquinas reproductoras de hijos, amas de casa...' Más adelante, en el mismo diálogo, dice ella: 'Como mujer, sé lo que nos espera si ganan los fascistas'. Y el capitán le contesta: 'Lo perderéis todo... Retrocederéis un siglo.'
Al populismo que estamos padeciendo, cuyo retrato robot y cuyo objetivo es precisamente el de un hombre blanco cabreado, desinformado, intoxicado por los medios de comunicación banderizos, abducido por el uso bastardo de las redes sociales y la tele basura, solo lo podremos combatir con la educación, la observancia de la igualdad, la información contrastada, la confianza en la ciencia, el respeto a la ley y la consideración a la libertad y la responsabilidad de las personas, cada día más refutada por los poderes políticos y económicos.
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