jueves, 4 de junio de 2020

El hombre que calculaba

‘Me llamo Beremiz Samir y nací en la pequeña aldea de Khoi, en Persia, a la sombra de la gran pirámide formada por el monte Ararat. Siendo todavía muy joven comencé a trabajar como pastor de un rico señor de Khamat…’

 

Así comienza el capítulo II de El hombre que calculaba, un relato que nos cuenta la historia de un viajero que asombraba al mundo medieval, allá por Oriente, con los cálculos prodigiosos que practicaba.


Es un libro para los apasionados de las matemáticas, que lo serán todos después de leerlo. Ya os adelanto que no hay ni una sola ecuación.

Tiene XXXIV capítulos y en cada uno de ellos nos presenta un caso, resuelto con ingenio y aplastante rigor matématico, que nada tiene que ver con la magia, aunque lo pueda parecer.

 

Os pondré sólo tres ejemplos. Allá va le primero:

 

Somos tres hermanos –explicó el mayor de los hombres- y hemos recibido como herencia 35 camellos. Según la voluntad de mi padre, me corresponde la mitad de los animales; a mi hermano Hamet Namir, la tercera parte; y a Harim, el más joven, la novena parte. Pero no sabemos cómo realizar la división, y en cada intento de reparto propuesto, la palabra de uno de nosotros va seguida de la negativa por parte de los otros dos. No ha aparecido un resultado que conforme en ninguna de las particiones ofrecidas. Si la mitad de 35 camellos es 17 y medio, si su tercera parte y también la novena de la cantidad en cuestión, tampoco son exactas ¿cómo podría proceder a la división?

 

No os diré la solución y os adelanto que los tres hermanos salen satisfechos y beneficiados en el reparto.

 

El segundo tiene representación gráfica.  Se trata de COLOCAR DIEZ SOLDADOS EN CINCO FILAS DE MODO QUE CADA FILA TENGA CUATRO SOLDADOS.

 

Os recuerdo que son 10 soldados y no 20, resultado de multiplicar 5x4.

 

Y vamos con el que cierra el libro:


Tengo cinco hermosas esclavas. Las compré hace pocos meses a un príncipe mongol. De esas cinco encantadoras jóvenes, dos tienen ojos negros y las tres restantes los ojos azules. Las dos esclavas de los ojos negros dicen siempre la verdad cuando se las interroga. Las esclavas de ojos azules son en cambio mentirosas. Dentro de unos minutos esas cinco jóvenes serán conducidas a este salón: todas llevan el rostro cubierto por un tupido velo, que les cubre la cara y hace imposible descubrir el menor de sus rasgos. Tendrás que descubrir e indicar, sin error, cuáles son las que tienen los ojos azules y cuáles tienen ojos negros. Podrás interrogar a tres de las cinco esclavas, pero únicamente podrás hacer una pregunta a cada joven. Con las respuestas obtenidas tendrás que solucionar el problema y deberás justificar la solución con todo el rigor matemático. Las preguntas deberán ser de naturaleza que sólo las propias esclavas sean capaces de responder con perfecto conocimiento.


Su autor es el brasileño Julio Cesar de Mello e Souza, un maestro de escuela cuyo seudónimo es Malba Tahan y a quien se conoce como el Indiana Jones de las matemáticas.


Como dice en el último capítulo: ‘… cualquiera podía darse cuenta de que el hombre no enseñaba matemáticas, sino algo mucho más ambicioso: te ensañaba a pensar…’

 

Una joya que lleva décadas (el autor falleció en 1974) entre los libros científicos de venta más sostenida de la historia. Quizá porque no parece un libro científico, sino una hermosa leyenda.


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