Desde que me jubilé, allá por noviembre de 2018, la mayoría de los días hago doblete. Hasta el confinamiento derivado del estado de alarma decretado por el Gobierno de España el pasado 14 de marzo, lo normal era correr por la mañana y nadar por la tarde. Un par de días a la semana bajaba al Atlético San Sebastián y hacía algo de fuerza: pesas, máquinas... y a diario una tabla de estiramientos y ejercicios funcionales.
Con el confinamiento, pasé de correr en la calle, en Anoeta o en el parque de Aiete, a hacerlo en el pasillo de casa; y sustituí la piscina por la bici estática. Desde el 2 de mayo, no he vuelto a correr en el pasillo de casa, pero he mantenido la sesión de bici estática de las tardes, mientras voy devorando series.
La vuelta a la piscina está prevista para el 22 de mayo, pero ya he vuelto a nadar -o lo que sea lo que yo haga en el agua- en La Concha. Me estrené el 3 de junio, en una breve sesión de 25 minutos, en la que no pasé frío embutido en mi traje de neopreno.
Ayer hice mi segunda salida, con idea de nadar durante una hora, pero desistí cuando llevaba treinta minutos. Aun con el neopreno, estaba helado de frío. Y eso que apenas se notaban las olas. ¿Serían los efectos colaterales de las series de la mañana?
Por la tarde, hice mi habitual rodaje en la bici estática, mientras veía la serie The Blacklist. Fueron 25 kms.
Aunque no sé andar en bici y dudo que a lo que hago en agua se le pueda llamar nadar, ayer, en un solo día, corrí más de 13 kms, nadé 1 km y anduve 25 kms en la bici estática. Fue mi primer triatlón.
Esta mañana he corrido 13,5 kms y por la tarde tengo previsto volver a ponerme el neopreno, a ver si aguanto más que ayer. Y para entrar en calor, después de salir helado del agua, volveré a la bici estática. Sería mi segundo triatlón.
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