Son dos casos de los muchos que han padecido y están padeciendo las consecuencias del confinamiento y del cierre de toda actividad no considerada ‘esencial’ por el Gobierno de España a partir de declarar el estado de alarma el pasado 14 de marzo.
Nuestra relación con él es mucho más próxima en el tiempo. Si ella, que tendrá mi edad, se dedica al comercio y podría tener hasta media docena de personas en nómina, él es un profesional autónomo, muy bueno en lo suyo, amable, simpático, diligente y sin más estructura que su talento. Será algo más joven que yo, pero no tardará en cumplir los sesenta.
Los dos han estado parados, sin actividad, desde aquel ya lejano 14 de marzo. Ella ya pudo abrir la tienda, a medio gas, hace un par de semanas. Ha perdido su mejor temporada, la de primavera, en la que llega a facturar la mitad de las ventas del año. Estuvimos esta semana, en calidad de clientes, y nos atendió con la misma frescura y amabilidad de siempre. Como éramos los últimos clientes del día y sólo quedábamos los tres en la tienda, nos quitamos las mascarillas y hablamos de casi todo.
Cuando la preguntamos qué tal estaba, nos contestó: ‘De salud, todos bien, de lo otro…’ No quiso contar mucho más porque es de esas que detesta quejarse. Estoy seguro de que saldrá de ésta, aunque trabajo le costará que las cuentas no se pinten de rojo a final de año.
Con él, a falta de la relación cliente-proveedor, hemos mantenido una comunicación constante por whatsapp. Es un tipo entusiasta que nos ha tenido enganchados con cuestiones que poco tienen que ver con su actividad. Ha tirado de ingenio y humor y sigue parado porque hasta el lunes 22 de junio, 101 días después, no puede volver a su ocupación; y la tendrá que empezar con cuentagotas. 101 días sin facturar un solo euro y sin poder acogerse a un ERTE.
Estuve el miércoles con él. Además de la facturación de esos 101 días, se le han caído muchos clientes. Por distintas razones. Algunos han buscado actividades alternativas, otros se han cansado y bastantes tienen que hacer cuentas, priorizar a qué van a destinar sus también menguados ingresos y prescindir de algo que no es estrictamente necesario.
Cuando le pregunté qué tal estaba, me contestó lo mismo: ‘De salud, bien.’ De lo otro tampoco quiso hablar mucho, por no parecer aquello que canta Joaquín Sabina en 19 días y 500 noches: ‘… ser el fantoche que va en romería con la cofradía del santo reproche.’
Le confirmé que contara con nosotros desde el día 22 y me pareció ver en sus ojos una señal de alivio y hasta de agradecimiento.
Como dijo Cervantes: ‘De las miserias suele ser alivio una compañía.’
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