Sé que mis performances atléticas carecen de interés... incluso para mí; pero hoy es uno de esos días en los que disfrutas corriendo y, sin agobios, eres capaz de hacerlo rápido, emplearte a fondo y terminar satisfecho.
Sé también que hacer casi 11 kms a 4:54 de media tiene escaso mérito, incluso añadiendo que en noviembre cumpliré 65 años. Lo sé, pero hoy, a las 8:30, cuando he terminado mi 32º rodaje consecutivo desde que nos dejaron salir a correr a la calle, justo hace un mes, el 2 de mayo, he vuelto a recordar sensaciones que creída olvidadas y estancadas allá por la segunda decena de marzo, cuando mi objetivo era la Carrera de Primavera, que se iba a celebrar el 15 de marzo y se canceló, antes de que la víspera el Gobierno de España decretara el estado de alarma en el que todavía seguimos.
Ayer, cuando terminaba mi rodaje, coincidí con Sergio Román, que me acompañó los últimos mil quinientos metros. Comentamos lo que me cuesta arrancar y que a duras penas puedo hacer el primer kilómetro en 5:45 (ayer, 5:47). Hoy, sorprendentemente, me ha salido en 5:15 y en el segundo he bajado a 4:53, aprovechando el descenso a la playa de Ondarreta.
A partir de ahí, he encadenado diez kilómetros más y sólo en uno de ellos he superado el parcial de 5:00, yendo, no diré que fácil ni fluido, pero sí todo lo ligero que soy capaz de ir a estas alturas de la película de mi larga -que no brillante- vida atlética.
Para bajarme del pedestal ha bastado que me cruzara por las Universidades, de vuelta a casa, entre los kilómetros 7 y 8, con Sergio Román, que iba como una bala. Eso sí que es correr.
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