Esta mañana, corriendo por La Concha, me he cruzado con ella, que iba tan ligera como siempre. Los dos nos hemos parado, ella ha dado la vuelta y me ha acompañado en el trote cochinero que llevaba en esos momentos, con poco más de quinientos metros de actividad.
Cien metros más adelante, me ha dicho que estaba embarazada, de veinte semanas. No he podido evitar dirigir la mirada a su abdomen, siempre plano, en el que, debajo de la camiseta azul, se adivinaba una mínima curva. Será su segundo hijo. En una ciudad con tantos viejos, un niño más es un rayo de esperanza.
Vamos a necesitar muchos rayos y mucho sol para volver a la pirámide lógica que revierta el hongo que representa actualmente la población en España.
La baja natalidad es uno de los grandes problemas de las sociedades occidentales y lo padecemos desde hace décadas en Euskadi. Los hijos dan sentido a nuestras vidas, las orientan, les ponen el foco, cambian nuestras prioridades y sacan lo mejor de nosotros. Lo que les demos a los niños, los niños se lo devolverán a la sociedad.
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