viernes, 26 de junio de 2020

Una ciudad para viejos

Hace una docena de años, Javier Bardem ganó el Oscar a mejor actor de reparto por su papel como psicópata asesino en No country for old men (2007) de los hermanos Coen. Hace alguno menos, tomando un café con un amigo que tendrá como diez años menos que yo, y que es donostiarra desde la cuna, me dijo que estaba harto de vivir en el centro de San Sebastián porque estaba lleno de viejos. Vendió su piso y se compró uno en las nuevas viviendas de Txomin, con vistas al río y con vecinos más jóvenes, con niños y con un ambiente totalmente distinto.

Nosotros llevamos casi treinta años viviendo en el centro de Donostia y no nos planteamos un cambio como el de mi amigo, pero, en mi caso, a punto de cumplir 65 años, en mis sueños más macabros, pienso en Javier Bardem.

En la casa donde vivimos hay 14 viviendas. Cinco de ellas están habitadas por personas mayores de 60 años. Cuatro son segundas viviendas de personas que residen en la provincia de Gipuzkoa o en Madrid, todas ellas mayores de 60 y hasta de 70 años. Dos son pisos turísticos. Dos están alquiladas a jóvenes ¿estudiantes?. Y sólo una está habitada por un matrimonio joven con dos hijos pequeños, más o menos lo que era nuestra familia hace treinta años.

Salir a la calle, ir al mercado o incluso a la playa supone encontrarse con una mayoría de viejos, entre los que me resisto a censarme, pese a que en noviembre cumpliré 65 años. Y no es necesario tener mi edad para formar parte de ese censo personas de edad avanzada (primera acepción del diccionario de la R.A.E) o deslucido y estropeado por el uso (quinta acepción), condiciones que probablemente cumplo. Hay muchos más viejos, independientemente de su edad, como apuesto a que los son muchos de los que escriben en la sección Sirimiri, en las páginas de información local de Donostia de El Diario Vasco, un paradigma de egoísmo, ombliguismo y hasta ruindad, con los que me resulta imposible identificarme.

Hablaba ayer de Wild Donostia, el libro de poemas de Miguel Harina, que dice que San Sebastián se ha convertido en un escenario para turistas y para ricos. Yo añadiría para viejos.

Termino con esta estrofa de Miguel Harina en el primero de los poemas de sanse rien:

ciudad hermosa aunque triste
ciudad aburrida sin fin
ciudad vacía de pulso
de latidos sordos y respiración dormida

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