Vivimos a cincuenta pasos de la playa de La Concha y, normalmente, a estas alturas del año, ya hemos disfrutado de ella decenas de veces. Cualquier momento es bueno para bajar, tumbarse un rato, leer, echarse la siesta... Lo de darse un baño es otro cantar; para eso, al menos yo, necesito el neopreno.
Este año, entre que nos confinaron en casa el 14 de marzo, nos prohibieron bajar a la playa y, cuando nos dejaron, el tiempo no ha acompañado, mis únicas visitas han sido para nadar, o lo que sea que haga yo en el agua, enfundado en el neopreno.
Hoy ha amanecido un día soleado, que se ha nublado a media mañana, recuperando el azul del cielo al mediodía. Hemos comido a la una y media hora después ya estábamos en la arena. Yo me he echado una buena siesta, tras la que he leído el periódico. Se estaba la mar de bien, sin demasiado calor y con una brisa deliciosa.
A las 15:00 han avisado por megafonía que a causa de las mareas no podía entrar más gente (aunque había espacio más que suficiente) y media hora después han repetido el mensaje, advirtiendo a los que seguíamos en la arena de la necesidad de guardar los dos metros de distancia reglamentaria con nuestros vecinos.
Aunque nosotros guardábamos esa separación con exceso, hemos pensado que dos horas estaban bien para ser el primer día y hemos subido a casa. A ver si mañana podemos repetir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario