A 
través de personajes de carne y hueso, descubrimos comportamientos ejemplares de 
personas que, a pesar de sus flaquezas, hacen bandera de la decencia y son 
capaces de gestionar, desde una gran compañía de seguros hasta una modesta 
empresa de transportes. Porque de dos héroes discretos –y no de uno- nos habla 
MVLL: el modesto transportista de Piura, Felícito 
Yanaqué, y el empresario limeño Ismael Carrera, que 
plantan cara a los extorsionadores y a su propia familia. 
La 
novela recupera personajes como el honrado sargento Lituma (Lituma en los 
Andes) o el refinado caballero Don Rigoberto (Los cuadernos de Don 
Rigoberto), proyectándolos en el tiempo y estableciendo un nexo de unión con 
novelas anteriores en la que nos presenta un Perú mucho más hostil.
Todo 
ello con la elegante prosa que le hizo acreedor al Premio Nobel de Literatura 
(2010), el Cervantes (1994) o el Príncipe de Asturias (1986), aderezada de 
expresiones locales, como el ‘che guá’, que 
graciosamente repiten sus personajes a lo largo de las casi 400 páginas de la 
novela.
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