Inquieto y preocupado, muy preocupado, me ha dejado la lectura de Sumisión, una novela corta de Michel Houllebecq, que nos traslada al año 2022, en una Francia al borde la guerra civil que como mal menor se decanta por un gobierno de concentración, que excluye al Frente Nacional, presidido por el islamista Mohammed Ben Abbes, un político de ficción - que se impone a nombres conocidos como Manuel Valls o los viejos dinosaurios de la derecha francesa- que impone el islamismo en la escuela y la universidad... y en la sociedad.
Su protagonista es un profesor universitario de mediana edad, asustado al principio y complaciente al final con la deriva de los acontecimientos, que lo ubican en una élite intelectual que reclama el nuevo régimen para adquirir legitimidad ante los ciudadanos; una élite y unas clases dirigentes que se someten a cambio de mantener su estatus y sus privilegios.
A lo largo de las poco más de 200 páginas de la novela somos testigos del inquietante comportamiento de François, en el que podemos reconocer el de personas próximas a nosotros y hasta algún comportamiento propio que, al menos a mí, me ha dejado con muy mal cuerpo.
Cuestiones como la religión, el poder, la natalidad, el papel de la mujer en la sociedad, la vuelta al patriarcado, el significado de la muerte y la falta de sentido del modelo social que se describe en la novela, ubicado en Francia, pero extensible a toda Europa.
Cierto que ahora mismo puede parecer un escenario disparatado y muchos lo pueden entender como una provocación, como un puñetazo en el estómago de una clase política y unos ciudadanos que asistimos impasibles a la caída libre del modelo de civilización occidental y que estamos obligados a reaccionar pensando en el futuro de nuestros hijos y de nuestros nietos. ¿Qué sociedad y qué planeta les vamos a dejar?
Efectivamente "Sumisión" , inquieta ,hace pensar y alerta para no bajar la guardia , y seguir trabajando todos los días para que los derechos humanos se sigan respetando.
ResponderEliminarTienes razón, Macu. Debemos reivindicar cada día y cada minuto esos derechos humanos cuya defensa está resultando mucho más difícil de lo que hubiéramos podido pensar.
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