martes, 19 de mayo de 2020

Cambio de planes

Fue una noche dura, que terminó antes de que saliera el sol. Se habían juntado dos docenas de personas, entre las que contó siete mujeres, la mayoría magrebíes. Trabajaban a buen ritmo y, aunque hacía frío, lo llevaban bien, llegando incluso a sudar por momentos. Rubén se llevó una botella de agua, de la que fue bebiendo regularmente, hasta vaciarla. También tuvo que vaciar un par de veces la vejiga.

Tras despedirse del capataz, que estaba contando las cajas de espárragos, perfectamente alineados y seleccionados, volvió andando. Tuvo la tentación de correr, que reprimió para evitar disgustos, aunque era poco probable que alguien le pudiera ver a esas horas. Había visto cómo se las gastaban la Ertzaintza y la Policía Municipal en Donostia, para hacer cumplir el confinamiento decretado con el estado de alarma; y no creía que la Guardia Civil o la Policía Nacional fueran más consideradas.

En apenas doce minutos, andando a buen ritmo, llegó hasta la casa que su tío tenía en las afueras, en la avenida de Zaragoza. Había luz en la cocina y llamó a la puerta, que abrió su tío Ariel, quien, tras mirarle de arriba abajo, le preguntó qué tal había ido la noche. Fue una pregunta retórica, porque apenas le dejó contestar, para decirle que se fuera a la ducha y que él le iría preparando el desayuno.

- Ya me ducharé en casa, tío, que no tengo ropa para cambiarme, pero el desayuno te lo acepto encantado.
Tienes pan de ayer, tostadas, aceite, mantequilla, mermelada, jamón, fruta ¿Quieres un zumo? ¿Alguna otra cosa?
- Tranquilo, tío, me voy sirviendo.

Fue al frigorífico, cogió dos huevos y los puso a cocer, mientras se preparaba un zumo de naranja, cortaba un buen trozo de pan, lo partía por la mitad y metía las dos rebanadas en la tostadora.

La víspera apenas habían tenido ocasión de hablar y su tío empezó a hacerle preguntas sobre los estudios de ingeniería informática, el piso donde vivía en San Sebastián, sus compañeros, el trabajo que había dejado, cómo llevaba lo de no poder salir a hacer deporte y sus planes para cuando terminara el curso.

De todo fueron hablando mientras Rubén daba buena cuenta de los huevos, las tostadas y cuanto iba cayendo en sus manos. Su tío Ariel, mientras tanto, acercó un PC portátil y empezó a navegar por él. Además de la huerta, tenía otros negocios y Rubén se sorprendió cuando le dijo que estaba a punto de inaugurar un hotelito en el antiguo barrio judío de Tudela, en la calle San Miguel. Había previsto hacerlo en Semana Santa, pero el estado de alarma había aplazado sine die la apertura.

- Si te vas a quedar en Tudela, creo que me puedes ser mucho más útil en el hotel que recogiendo espárragos en la huerta. Vete a casa, cuida de tu madre, descansa, y venid a comer, a las dos y media.

No hay comentarios:

Publicar un comentario