El ministro de Sanidad, Salvador Illa, es licenciado en Filosofía (1989) y concejal del su cuidad natal, La Roca del Valles, desde 1987, con 21 años de edad. En 1995, con 29 años, se afilió al PSC y accedió a la alcaldía, que confirmó en las elecciones de 1999 y 2003. En 2005 se incorporó a la Generalitat de Catalunya y posteriormente ha ido enlazando distintas responsabilidades en el ámbito político, sin que ninguna de ellas tenga que ver con la Sanidad.
En una de sus últimas comparecencias, un periodista holandés, en perfecto castellano, le preguntó por qué en España no se había practicado un confinamiento inteligente, como se había hecho en Holanda, apelando a la responsabilidad de los ciudadanos. La respuesta del ministro fue que no admitía lecciones de nadie, defendiendo las medidas adoptadas desde la declaración del Estado de Alarma.
Por lo que cuenta la prensa, parece que a día de hoy, pendiente de lo que decida mañana el Congreso de los Diputados, está en el aire la cuarta prórroga de ese Estado de Alarma, que nos llevaría hasta el 23 de mayo.
Antes de seguir, esto es lo que dice el Artículo 116 de la Constitución Española:
- Una ley orgánica regulará los estados de alarma, de excepción y de sitio, y las competencias y limitaciones correspondientes.
- El estado de alarma será declarado por el Gobierno mediante decreto aprobado por el Consejo de Ministros por un plazo máximo de quince días, dando cuenta al Congreso de los Diputados, reunido inmediatamente al efecto y sin cuya autorización no podrá ser prorrogado dicho plazo, El decreto determinará el ámbito territorial a que se extienden los efectos de la declaración.
Desde que se decretó el Estado de Alarma (14 de marzo) me he manifestado contrario, no en el QUÉ (entiendo justificadas medidas como el confinamiento, la limitación de movimientos o el cierre de algunas actividades), sino en el CÓMO (por poner un solo ejemplo, me pareció abusiva la medida de prohibir el deporte individual en la calle).
Creo que en estas más de siete semanas el comportamiento de los ciudadanos ha sido mucho más ejemplar que el de sus representantes políticos. Y sin embargo, esos políticos, en connivencia con los medios, especialmente la televisión, han puesto el foco en los escasos comportamientos incívicos, indisciplinados y díscolos, alentando la represión y el miedo.
Mientras tanto, en estas siete semanas, apenas hemos hablado de los escándalos de corrupción, empezando por la del rey emérito, el campechano Juan Carlos I, que se paseaba por Suiza con maletines cargados de dinero contante y sonante, donados por sus amigos árabes. Un ejemplo más de patriotas españoles que no pagan sus impuestos y que guardan ¿su? dinero en paraísos fiscales.
Mientras tanto, en estas siete semanas, apenas nos hemos enterado que las dos Comunidades Autónomas más afectadas por la pandemia, Madrid y Catalunya, son las que más recortes aplicaron y las que menos dinero destinan por habitante dedican a la Sanidad. Van a ser las que más dinero reciban a fondo perdido.
Mientras el cainismo político nos presenta su peor versión, pende de un hilo que sigamos con el Estado de Alarma o que volvamos a la normalidad. ¿No hay alternativas? El Estado de Alarma no tendría por qué ser el que propone el Gobierno, pero, a mi modo de ver, algún tipo de Estado de Alarma tendría que aprobarse, y eso sólo el Congreso puede hacerlo.
Desde algunas posiciones y partidos políticos se defiende una aplicación de leyes ordinarias, como la Ley de Seguridad Pública, que encierra peligros como que la Ertzainta o los Mossos d'Esquadra pasen a depender del Ministerio del Interior y que, en lo más práctico, no podría limitar la actividad comercial o la libre circulación.
Desde algunas posiciones y partidos políticos se defiende una aplicación de leyes ordinarias, como la Ley de Seguridad Pública, que encierra peligros como que la Ertzainta o los Mossos d'Esquadra pasen a depender del Ministerio del Interior y que, en lo más práctico, no podría limitar la actividad comercial o la libre circulación.
Creo que el Estado de Alarma está justificado en tanto en cuanto no haya certezas de que la pandemia está controlada. Y por los datos que tenemos, esa circunstancia no se da. Los primeros tests aleatorios que se están haciendo indican que apenas el 5% de la población está inmunizada contra el coronavirus. Por lo tanto, no podemos volver a la normalidad sin correr riesgos muy elevados. Debemos ir aplicando medidas muy meditadas y escalonadas en el tiempo, siguiendo la vieja táctica de la prueba y error, mientras no tengamos certezas de cómo atajar eficazmente la pandemia.
Ahora bien, yo defiendo un Estado de Alarma muy distinto del que llevamos sufriendo desde el 14 de marzo, delegando en las Comunidades Autónomas algunas cuestiones de detalle que entiendo se gestionarán mucho mejor desde la cercanía. Dicho eso, miedo me da; miedo no, terror, delegar la gestión en políticos como la presidenta de la Comunidad de Madrid.
Creo que es el momento de plantearnos a quién nos queremos parecer y a quién no. Y creo que es el momento de plantearnos, como preguntaba el periodista holandés, un confinamiento y una movilidad inteligentes y responsables, que cuenten con el respaldo legal necesario y suficiente para controlar los desmadres que no cuesta imaginar, si dejamos las decisiones últimas en según que manos.
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