Hoy dejamos esta ventana a Sara Alonso, una de las atletas más prometedoras que tenemos en Gipuzkoa. Con 21 años recién cumplidos, tiene el record de Gipuzkoa de 3.000 metros obstáculos: 10:39.10, conseguidos la temporada pasada, en la que corrió la B/SS en 1:14:26 y ganó la San Silvestre Donostiarra (27:37).
Estudia el doble grado de Fisioterapia y Ciencias de la Actividad Física y el Deporte en la universidad de Lleida. Y así nos cuenta su experiencia del confinamiento, en la doble vertiente deportiva y académica.
Tras la B/SS y la San Silvestre del año pasado, afrontaba la temporada 2020 con grandes expectativas, pero todo se torció por una tendinopatía que no me dejaba correr. Estuve parada un mes y no pude competir en cross, con lo que me gusta…
Cuando por fin volví a correr, vino el coronavirus y de un día para otro, abandoné Lleida, con mucha pena, porque me encanta la vida universitaria, vivo genial, me gusta lo que estudio, mis amigos, los jueves universitarios, el río para correr… No sé, lo echo mucho en falta.
Volví a casa pensando que sería cosa de dos semanas. Un amigo tenía una elíptica muy vieja y se la compré. Le di tanta caña que a los diez días dijo basta y se rompió.
Me agobié bastante pensando que iba a perder la forma, pero enseguida me di cuenta de que a corto plazo no íbamos a competir y se me pasó.
A mí me encanta competir y me da mucha rabia no saber cuándo me pondré de nuevo un dorsal. No sé si entrenaría igual si no tuviera una carrera, un objetivo. Me gusta retarme y ver de lo que soy capaz.
Así que seguí entrenando en el gimnasio gitano que nos montamos en casa. Mi entrenador me dio su rodillo, pero no conseguíamos ponerlo en la bici buena de mi padre porque no encajaba, así que lo montamos en una bici como del siglo XIII… que cumplía su función. Aun así, el rodillo me aburre muchísimo y lo combino con saltar a la cuerda.
Todos los días he hecho hora y media, además de ejercicios de coordinación y fuerza, subiendo y bajando un muro que tenemos en casa, haciendo sentadillas con una mochila, metiendo libros y cartones de leche, subiendo y bajando escaleras… un poco de todo.
Para cuando me di cuenta de que la cosa iba para largo, yo no había stock de cintas y elípticas. Además, si quieres una buena, que te permita correr a ritmos altos, son carísimas. Por lo tanto, quedaron descartadas.
En cuanto a la Universidad, mejor no hablar. Tengo profesores que aún no han dado señales de vida. Imagínate. Otros se conectan una vez a la semana, te leen un power point y hasta la semana que viene, de manera que cuatro horas y media de clase se quedan en veinte minutos. Algunos sí que hacen bien su trabajo y hasta se pasan en las conferencias, hasta el punto de que más de una vez me he tenido que desconectar.
Yo estudio el doble grado en Fisio y C.A.F.D., dos carreras muy prácticas, con asignaturas en medios naturales. Claro, no es lo mismo aprender esas técnicas con un vídeo. Por mucho que te enseñen a pilotar un avión así, a ver quién se atreve a montarse contigo.
El jueves tuve mi primer examen. Un desastre. Para que no copiemos, teníamos que contestar diez preguntas en diez minutos. Si por lo que sea se te bloquea el wifi, adiós. En diez minutos no puedes demostrar nada.
Alternativamente, nos están abrasando con trabajos, así que no me dan las horas para abarcar toda la tarea que me va cayendo,
Por lo demás, con la familia genial y valorando de verdad el placer de correr, ahora que nos falta.
Mañana -lo escribió el viernes- las calles se llenarán de runners y puede que muchos de quienes me llamaban loca por correr esos días de frío, de lluvia, de exámenes, se pongan en nuestro lugar.
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