Uno de los muchos recuerdos que tengo del maratón de New York, que corrí en 1994, es el paso por el barrio de Williambourgh, en Brooklyn, sobre el km 15, aproximadamente. Si desde la salida nos acompañaba la música y el bullicio de decenas de bandas de música y los ánimos de decenas de millares de personas, llega un momento en que se hace el silencio, mientras a ambos lados de la carretera centenares de judíos ultraortodoxos, vestidos rigurosamente de negro, con las levitas y los sombreros, bajo los que, por delante de las orejas, lucen unos largos tirabuzones, observan la carrera en absoluto silencio.
Es en ese barrio de Williambourgh donde está ambientada parte de la mini-serie Unorthodox, que consta de cuatro episodios de poco menos de una hora cada uno. La otra parte tiene como escenario Berlín, adonde huye Esty, una joven de 19 años, recién embarazada y casada desde hace un año con Janky (o Jakov), tras un matrimonio concertado por el casamentero de la comunidad judía en la que nació.
La serie, de impecable factura, recrea el ambiente cerrado y asfixiante de esa comunidad judía, en el que el rol de la mujer se limita a las labores del hogar y a tener los hijos que le de Dios. El contraste es la vida en una urbe cosmopolita y moderna, como Berlín, donde Esty entra en contacto con un grupo de jóvenes estudiantes de música de diferentes países y con distintas orientaciones sexuales.
Tras la huída de la protagonista, el rabino de la comunidad ordena a su marido que vaya a buscarla, acompañada de su primo, Moishe, un tipo inquietante.
En lo más oscuro del túnel, perseguida por Yanki y Moishe, Esty se confiesa y dice: 'Estoy embarazada, no tengo dinero ni educación, no tengo nada que darle a este hijo.'
No seguiré contando más y me limitaré a subrayar el, para mí, extraordinario trabajo de los actores.
Si te decides a verla, no te dejará indiferente.
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