Salón principal del Palau Güell |
El jueves estuvimos en Barcelona, cuidad que uno nunca de cansa de visitar y que, por lo que cuentan, están empezando a resultar difícil-mente habitable para sus ciudadanos, desbordados por el aluvión de turistas y visitantes que ocupan todas o casi todas sus calles, plazas y rincones con encanto, que son innumerables.
Resultó imposible visitar la Sagrada Familia, con una cola kilométrica en la que los japoneses eran mayoría. A cambio, nos decantamos por otra obra de Gaudí, menos conocida y menos monumental, pero igualmente espectacular y rompedora: el Palau Güell, construido entre 1885 y 1890 en una de las entradas de la Rambla. Restaurado por la Diputación de Barcelona, se puede visitar desde 2011. Merece la pena contemplar y admirar la obra de este genio, que murió prematuramente en 1926, al ser atropellado por un tranvía.
Azotea del Palau Güell |
Como merece la pena dejarse llevar por la marea de gente que, en todas direcciones, se mueve por el Paseo de Gracia, la Gran Vía, el Barrio Gótico, sus plazas y sus calles. Si además lo haces guiado por un apasionado del arte y la historia como mi amigo Pako (sí con k), las horas se te pasan sin darte cuenta y tienes que correr para coger el tren de las 22:59, que te devuelve a Vilanova, adonde llegas a medianoche, agotado y te lanzas a la cama de cabeza, más cansado que cualquier día de labor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario