Mi difunto abuelo Gabriel sostenía que siempre hay que decir la verdad. No lo hacía atendiendo a consideraciones éticas, morales o religiosas, apelando al
octavo manda-miento: ‘No darás falsos testimonios’. Lo hacía por una razón mucho más práctica:
‘Para mentir, hay que tener muy buena memoria’.
En la era del ‘postureo’ y los comportamientos políticamente correctos, la coherencia personal y la transparencia son valores que cotizan al alza.
Como dijo Eric Schmidt cuando era director de Google: ‘Quien no quiera que algo salga a la luz, mejor que no lo haga’.
Como nos advierte el otrora gurú de la publicidad y a día de hoy defensor de los consumidores Alex Bogusky:
‘Ofrecer transparencia no es una opción. La única opción es si lo haces tú o te lo hacen los demás. Y, por favor, no cometas el error de tratar de ser sólo un poco transparente. Toma el aspecto de tu negocio que menos te gustaría hacer público y elabora
una estrategia para contar a tus clientes cómo esperas abordar el tema. Pídeles ayuda en el camino. Tus clientes están listos y ansiosos por unirse a tu tarea si les dejas’.
'La verdad es lo que es, y sigue siendo verdad aunque se piense al revés.' (Antonio Machado)
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